Deseo oculto

Capítulo 13

 

Pulsó el botón rojo y volvió a comprobar la hora: las 20:30. Apartó la mirada del móvil para dirigirla hacia el techo resoplando con exasperación ¿Dónde se había metido? Llevaba horas llamándola sin respuesta alguna… ¿No se suponía que después de comer la avisaría? A cada minuto que pasaba su preocupación aumentaba. Por su cabeza no paraba de pasar imágenes de posibles causas por las que la muchacha no aparecía. No obstante, Yumi sabía defenderse a sí misma ante cualquier situación, bien lo había demostrado durante los ataques de XANA. Por tanto, no pudo haberle ocurrido nada de regreso a su casa. Aún así, era inusual que la joven la dejara plantada en una cita.

Sin pensarlo dos veces, recogió su abrigo y su móvil, y se dispuso a averiguar por sí misma el porqué de la desaparición de su amiga. Se plantó frente a la puerta pero un sonido la detuvo. Sin más demora, cogió el teléfono y respondió a la llamada mientras salía de la residencia.

—Yumi, estoy yendo a tu casa, ¿dónde te has…?

—No vengas. —Aelita se paró en mitad del pasillo al escuchar la abrupta orden de Yumi. Su voz sonaba ronca y con un deje de tristeza oculto tras un tono imponente.

—¿C-cómo?

—Lo siento Aelita, pero hoy no me apetece quedar.

—Pero… ¿qué ocurre?

—¡Nada! Solo que no me apetece quedar —repitió molesta.

—Yumi, sabes que si te pasa algo puedes contármelo —dijo con voz comprensiva.

—¡Que no ha pasado nada! ¿Por qué no puedes entender que quiero estar sola? —Yumi empezaba a enfurecerse por las insistencias de su amiga.

—Porque sé como eres —empezó a hablar con voz firme,— se que cuando quieres quedarte en casa es por tus padres, para cuidar a tu hermano o porque ha ocurrido algo. Se que cuando no te apetece quedar no te esperas a cancelar la cita horas más tarde. Se que cuando te pones a la defensiva es para ocultar algo. Se que…

—¡Vale déjalo ya! —la cortó exasperada.

—Mira, yo solo quiero ayudarte…

—¡Tú no puedes ayudarme, Aelita! —gritó alterada. Ante esas palabras un incómodo silencio envolvió a la pareja.

—Pero Yumi…

—Déjalo estar. Ya hablaremos en otro momento. —Sin nada más que añadir Yumi cortó la llamada dejando a Aelita completamente confundida.

La joven guardó el móvil en el bolsillo, aún sin creer en las palabras que Yumi le había dicho, y lentamente volvió sobre sus pasos.

—¿Vas a dejar las cosas así? —inquirió una voz a su izquierda.

—¿Eeeh? —Levantó la mirada en busca de la persona que le había hablado.

—¡¿Pero qué haces Tamiya?! Era una noticia excelente —protestó Milly.

—Me da igual, no pienso ver esto y no intervenir —respondió Tamiya cruzándose de brazos para reafirmar sus palabras.

—¿Pero ahora que noticia pondremos en el periódico de Kadic? Te recuerdo que todavía no tenemos nada.

—Puede que si ayer no hubieras insistido en quedarnos en la habitación para “pasar tiempo a solas”, ahora tendríamos algo.

—¿Perdona? Si tu no…

—Ejem… ¿necesitáis algo? —preguntó Aelita interrumpiendo la discusión. Miró con curiosidad a la pareja que se encontraba en su habitación con la puerta abierta de par en par. No fué difícil imaginar que las dos reporteras habían estado escuchando a escondidas tras la puerta, pasando desapercibidas por ella.

—Aaah… si… Lo sentimos mucho por interrumpir, pero no he podido contenerme —dijo Tamiya pasando por alto el tema de estar escuchando conversaciones ajenas. A toda respuesta Aelita mostró una media sonrisa incómoda.

—¿Y bien? —preguntó tras unos segundos.

—Que no dejes las cosas así —respondió Milly de mala gana.

—¿Cómo?

—Con Yumi —aclaró tras un suspiro.

—Lo se… pero no puedo hacer nada. Ella no quiere que…

—Aelita, tienes que hablar con ella —cortó con voz comprensiva Tamiya.— Tienes que hacerle entender que puede confiar en ti pase lo que pase.

—¿Y cómo lo hago si pensaba que eso ya había quedado claro? Siempre me lo cuenta todo, no se porqué esta vez no quiere hacerlo.

—Hablale con el corazón en la mano… —informó Milly sorprendiendo a las dos chicas.— Tienes que hablar con ella a solas y explicarle como te sientes. Recordarle que estás ahí para lo que necesite —explicó al ver la mirada de duda de la mayor.

—Creo que sé lo que tengo que hacer —dijo Aelita para sí misma tras unos segundos de duda. Empezó a correr hacia la salida de la residencia. —¡Muchas gracias por el consejo!

—¡De nada! —dijo Milly con una sonrisa.

—Oye, ¿y tú desde cuando dices tan buenos consejos?

—Se podría decir que desde que alguien me ayudó para evitar que cometiera uno de los errores más estúpidos de mi vida —respondió con una sonrisa enigmática.

—¿Cual?

—Separarme de tu lado —aclaró causando un sonrojo en el rostro de Tamiya.

*               *               *

Aelita se detuvo con la respiración entrecortada y observó el edificio con impotencia. Sacó el móvil y miró la hora: las 21:30. Había llegado hasta allí sin nada planeado, por lo que en esos momentos no sabía qué era lo que debía hacer. No obstante, no pensaba volver con las manos vacías.

A esa hora la família de Yumi ya habría cenado y se estarían preparando para ir a dormir, por lo que no podía llamar al timbre. Sin pensarlo más se dirigió al jardín trasero y examinó la casa con el ceño fruncido. Miró la puerta trasera, con suerte se encontraría abierta, pero el allanamiento de morada no era una opción viable. Levantó la vista hacia la ventana de Yumi, una tenue luz le indicaba que su amiga seguía despierta. No obstante, una luz más intensa iluminaba la habitación del otro extremo de la casa, por tanto, tenía que evitar hacer sonido alguno para que los señores Ishiyama no se percataran de su presencia. Trató de buscar algún objeto pequeño para lanzarlo a la ventana de la chica, pero inmediatamente rechazó la idea ya que la nieve cubría cualquier clase de posible proyectil, además, no quería arriesgarse a romper la ventana por no tener el cuidado suficiente. Algo llamó la atención de la muchacha, sin embargo, al dirigir la mirada hacia el foco de la idea, las alarmas de su mente resonaron por todo su cuerpo gritándole que la rechazara.

Durante 15 minutos estuvo estudiando todas las posibilidades que habían. Finalmente, sacó el móvil para llamar a Yumi y que le abriera la puerta. Pulsó el botón verde y esperó a la respuesta.

—El número al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura, por favor…

Colgó la llamada y miró otra vez la ventana de la habitación de Yumi. Oscuridad. En algún momento de su búsqueda su amiga había apagado la luz decidiendo ir a dormir sin que ella se percatara. “Tiene que ser una broma…” Pensó dirigiendo la mirada a la tubería que ascendía hasta el techo pasando justo por el lado de la ventana.

Tras una dura batalla interna y rezar a cuantos dioses conocía, Aelita se detuvo delante del conducto. Tratando de no pensar en los posibles fallos de su plan ni en las consecuencias que estos podrían conllevar, saltó y se aferró a los hierros que sujetaban la cañería a la casa. Con mucha más dificultad de lo que esperaba, a causa de los guantes que llevaba para combatir el frío, ascendió lentamente. En ese momento, pudo asegurar que trepar por una tubería no era un camino de rosas aunque no hiciera frío. Los hierros a los que se sujetaba eran tan pequeños que apenas podía poner los dedos del pie en ellos, y la distancia entre cada uno de ellos era bastante considerable.

Cuando creyó que su cuerpo no resistiria a más esfuerzos, tentándola a dejarla caer, llegó a su objetivo. Se aferró con un brazo y con todas las fuerzas que le quedaban al conducto, y con la otra mano golpeó el cristal suavemente.

Yumi se removió al escuchar unos golpes insistentes en la ventana. Se dió la vuelta perezosamente sin levantarse de la cama para ver qué interrumpia su plácido descanso. Al ver al causante se incorporó parpadeando. “No puede ser…” Al comprobar que lo que sus ojos estaban viendo no era algún tipo de alucinación salió de la cama de un salto y abrió la ventana.

—¡¿Pero qué haces?! !¿Estás loca!? —murmuró alterada mientras se aferraba al cuerpo de la joven para evitar que cayera.

La muchacha saltó a la vez que su amiga tiraba de ella hacia el interior de la habitació. Debido al esfuerzo Yumi cayó sentada al suelo con Aelita encima de su barriga. Sin dar ni un segundo de descanso, la joven cogió a Aelita por los hombros haciendo que se incorporara.

—¡¿Te has vuelto loca?! —le recriminó en voz baja.— Pero cómo se te ocurre subir por ahí ¿Y si te hubiera pasado algo? ¿Por qué lo has…?

—Tenía que hacerlo —afirmó con seriedad. Su respiración era entrecortada, el corazón le latía a mil por hora por culpa de la adrenalina, tenía el cuerpo resentido debido al esfuerzo y sentía un dolor punzante tanto en manos como en brazos debido a los hierros que habían presionado su piel. No obstante, el conseguir llegar hasta donde se encontraba era la mejor recompensa para aquellos pequeños males.

—¿Tenías que hacerlo? ¿Para obligarme a escucharte, a pesar de que te dije que quería estar sola?

—¡Sí!

—¡Pero qué estás diciendo! ¿Puedes entender lo que acabas de hacer? Te podrías haber caído, la tubería se podría haber roto ¡¿Me puedes decir qué hubiera hecho yo si…?! —Calló de repente al darse cuenta de lo que iba a decir. —¿Y si te hubiera pasado algo? —continuó con voz dolida mientras apartaba la mirada y apretaba los puños aferrándose más al abrigo de su amiga.

Aelita observó a Yumi perpleja. Núnca había visto a su amiga tan alterada. Puso su mano en la mejilla de la chica para obligarla a mirarla a los ojos.

—Yumi, tenía que hacerlo. Necesito hablar contigo.

—¿Para volver a preguntar qué me ocurre otra vez? —dijo tratando de hacerle ver que había sido una estupidez llegar hasta tal punto de osadía.

—No. Para recordarte que, al igual que tú yo también estoy aquí. Siempre lo estaré…

—Para lo que necesite. —Yumi recordó las mismas palabras que le dijo ayer a Aelita con amargura. No lograba creer que pese a todo lo que había ocurrido, nunca cumpliría esa promesa.

Se acercó a Aelita y apoyó la frente en su pecho. Respiró profundamente tratando de calmarse y cerró los ojos disfrutando de la presencia de la chica. De su contacto cálido. Sintiendo su respiración que se tranquilizaba paulatinamente. Cubriéndose del frío que entraba por la ventana abierta. Dejándose proteger por primera vez por aquellos brazos que rodeaban su cuerpo, mientras dolorosos y amargos pensamientos allanaban su mente.

*               *               *

Aelita se sentó en la cama y se dedicó a observar a su amiga. Se había puesto los primeros vaqueros que había encontrado en el armario. Ya que era incómodo mantener una conversación de tal calibre vestida con ropa interior, que era la vestimenta con la que la chica solía dormir. Se había acercado a la ventana para cerrarla y que no se enfriara aún más la habitación. En ese momento, se soltó el pelo y dedicó unos segundos a escrutar el cielo nocturno.

Tras un suspiro de resignación Yumi empezó a contar poco a poco lo que pasaba por su mente. Aelita, por su parte estudió todos y cada uno de los movimientos de la joven hasta que empezó a hablar. A cada palabra que salía de los labios de su amiga, la muchacha podía sentir como un puñal penetraba más en su corazón. Su mente se negaba a creer lo que sus oídos escuchaban. Cuando la joven dijo la última palabra la mente de Aelita se negó a cooperar bloqueando todo paso de pensamiento.

Deseo oculto

Capítulo 12

 

La camarera se acercó a la mesa, dejó el plato con un surtido de nougats, llenó los vasos con vino cuit y posó la botella a un lado de la mesa.

—Espero que les guste —dijo antes de abandonar la mesa con paso elegante.

Dana observó cómo la chica se alejaba, con una sonrisa en los labios. Yolanda carraspeó atrayendo la atención de su acompañante antes de darle un pequeño sorbo a una de las copas de vino.

—¿Le importaría no quedarse abstraída observando a otras mujeress mientras està conmigo? —preguntó indiferente mientras dejaba la copa de vino otra vez sobre la mesa.

—¿Tiene miedo de que me vaya con otra? —inquirió con tono burlón.

—¿Miedo? Para nada. Ninguna otra persona podría sobrellevar tener una relación contigo. Además… serías incapaz de separarte de mí.

—La veo muy segura de sí misma, señorita Perraudin ¿Qué le hace pensar eso? —preguntó apoyando los codos sobre la mesa e inclinándose hacia adelante.

—Sus ojos la delatan —respondió adoptando la misma pose que su acompañante y sin cambiar ni por un segundo su tono indiferente. —Lleva toda la noche imaginando cómo quitarme la ropa en cuanto lleguemos a casa.

Dana no se sorprendió ante sus palabras, en cambio, sonrió seductoramente mientras, con la mirada, analizaba todos los trozos de piel que el vestido de su acompañante dejaba al descubierto. Paseó su mirada paulatinamente por el pelo corto de la mujer, los mechones que caían descuidadamente por su rostro, el vestido rojo que tan sólo cubría sus pechos, mostrando su espalda y el trozo de piel que separaba sus senos, completamente desnudos tras la tela roja… Se levantó, rodeó la mesa y, aprovechando que los asientos del restaurante eran sillones de dos plazas, se sentó al lado de su esposa.

—¿Qué haces? —inquirió Yolanda con desdén.

—Te equivocas en una cosa —anunció en voz baja acercándose a su oído, sorprendiendo a Yolanda. La enfermera centró toda su atención en las sensaciones que le producía la caricia del aliento de Dana en su oreja. —Mi imaginación no espera a llegar a casa —confesó con un susurro a escasos milímetros de ella.

*               *               *

“¿Cómo habían llegado a esa situación?”, se preguntaba tratando de entender el comportamiento de la joven que en esos momentos se encontraba encima de ella. No obstante, la razón amenazaba con abandonar su mente ante las caricias de la chica, que la tentaban a dejar a un lado los “por qués” y dejarse llevar hacia los deseos de su acompañante.

—A-Aelita… ¿Qué ocurre? —preguntó con voz temblorosa debido a las emociones que nublaban los sentidos de la muchacha.

A toda respuesta Aelita volvió a morder su cuello causando que liberara un imperceptible suspiro. Con las uñas recorrió suavemente las costillas de Yumi hasta llegar a su abdomen. Recorrió el pequeño tramo de su figura lentamente, con una dulce caricia, hasta llegar al borde de su pantalón. No pudo evitar que una sonrisa pícara se formara en sus labios al escuchar cómo su amiga liberaba el aire que había retenido en sus pulmones al llegar al primer botón que sostenía la prenda. Abruptamente cambió la dirección de su mano dirigiéndola al elástico de su top, causando una leve mueca de desilusión en el rostro de Yumi. Poco a poco, Aelita recostó a la muchacha sobre el suelo sosteniendo sus muñecas sobre la cabeza. Una vez en ésa posición beso sus labios apasionadamente llegando a rozar la impaciencia.

Al separarse, las dos chicas cruzaron miradas. Yumi observó cómo los ojos de Aelita, aún vidriosos por las lágrimas, se apartaban bruscamente tratando de evitar su mirada, centrándose en su cuerpo. La mente de la muchacha reaccionó ante tal imagen. “¡No! esto no está bien”.

—Aelita, para —ordenó en tono serio tratando de ocultar rastro alguno de la lujuria que la invadía. Aelita trató de besar nuevamente los labios de su amiga. No obstante, Yumi se zafó del agarre de la chica y se incorporó deteniendola con el abrazo más cálido que pudo ofrecerle.— Aelita, para —le repitió con un susurró cerca de su oído.— Estoy aquí. Siempre lo estaré. Para lo que necesites… y ahora no necesitas eso. —Su voz era dulce, cálida, acogedora.

Aelita se removió entre sus brazos intentando escapar del agarre de la chica. No obstante, Yumi hizo su abrazo más fuerte para evitarlo hasta que, al final, el cuerpo de la chica se relajó.

—¿Por qué? —preguntó Aelita con voz ahogada y temblorosa. Su mente se llenaba de dudas y cuestiones sin resolver. ¿Por qué había parado? ¿Sería que Yumi tampoco la quería a su lado? Pero entonces, todo lo que había ocurrido…

Yumi hizo que levantara la mirada, haciendo que sus ojos coincidieran. Su expresión era mucho más seria que de costumbre, no obstante en sus ojos habitaba un brillo de cariño que pocas veces dejaba ver.

—Aelita, te quiero. Por eso no puedo permitir que sigas tratando de ocultar tus emociones. Si estás triste dilo. Estoy aquí para tí, para lo que necesites —repitió recogiendo con el dedo una lágrima indiscreta que rodaba por la mejilla de Aelita.

Sin lograr contener el llanto, la muchacha escondió el rostro en el hombro de su amiga. Yumi la envolvió silenciosamente en un abrazo protector, esperando pacientemente a que Aelita liberára poco a poco el dolor que había acumulado durante tantos años.

*               *               *

—¿Cómo? —logró preguntar Yolanda en el mismo tono de voz que Dana.

—Cierra los ojos —ordenó la mujer, dejando que su aliento acariciara el oído y parte del cuello de su acompañante. Yolanda obedeció sin ser capaz de resistirse a la voluntad de la profesora. —¿Sientes mi mano? — Su acompañante asintió al notar como una cálida mano se posaba sobre su mejilla. —Has estado apartándote este mechón a lo largo de toda la noche, y a cada vez que lo hacías he deseado ser yo quien lo ponía detrás de tu oreja —comentó mientras colocaba el mechón de pelo en su sitio con una dulce y tierna caricia. Hablaba pausadamente, y un matiz lujurioso se escondía tras cada palabra que salía de sus labios. —Para así, una vez tener mi mano aquí poder acariciar con la yema de mis dedos tu cuello. Bajar por la espalda y recorrer tu espina dorsal hasta el borde del vestido que llevas puesto. Rodear tu cintura hasta llegar al vientre, volver a subir la mano acariciando lentamente todas y cada una de las curvas de tu cuerpo, pasando mis dedos entre tus pechos, y volver a recorrer tu cuello. —Yolanda suspiró notando como su calma se escapaba de su mente a cada palabra que escuchaba.— Sujetar tu rostro para hacer que me mirases y empezar a besar y morder suavemente tus preciosos labios. Mientras te beso, bajaría mi mano hasta tu rodilla e iría subiendo lentamente la falda de tu vestido acariciando la parte interna de tu muslo. —La enfermera se mordió el labio inferior suavemente y lo liberó poco a poco de sus dientes saboreando las imágenes que aparecían en du mente. Tragó saliva con dificultad y suspiró profundamente para sus adentros.— Si hiciera eso, vería cómo levantarías tu rostro separando nuestros labios soltando uno de tus suaves suspiros. Sin embargo, me detendría al llegar a la costura de tu ropa interior, porque en ese momento te levantaría y te sentaría en la mesa tirando al suelo todo lo que hay en ella. Te cogería del pelo, tiraría de él evitando que agacharas otra vez la cabeza y mordería tu cuello deleitandome del dulce sabor de tu piel. Mientras que con mi mano acariciaría tus caderas y tiraría de ellas para acercarte más a mi y que pudieras notar lo cerca que estás de mi cuerpo sin poder llegar a tocarme. Con besos y mordiscos descendería lentamente pasando otra vez entre tus pechos hasta llegar a tus caderas y así poder hacerte el amor como nunca antes.

Dana dejó de hablar para morder sensualmente el lóbulo de la oreja de Yolanda, provocando que liberara todo el aire de sus pulmones. Al escucharlo, Dana se levantó y volvió a su asiento y, con una sonrisa inocente, escogió un nougat para degustarlo por primera vez en toda la noche.

—¡Mmmm…! Qué bueno, deberías probarlos Yolanda.

La enfermera volvió a la realidad dándose cuenta de su respiración entrecortada y del extraño calor que desprendía su cuerpo. Al ver a la profesora comer un nougat y entender lo que estaba haciendo le dedicó una mirada colérica.

—¿Qué le ocurre, señorita Perraudin? —preguntó con tono burlón.

—Vámonos a casa —ordenó con severidad.

—¿Eeeeh? Pero si aún no hemos terminado de comernos los nougats…

—Vale, entonces me voy a MI casa —anunció cogiendo el abrigo y el bolso y dirigiéndose hacia la puerta del restaurante.

—¿Mmm? Pero si la casa es nues… —sus palabras se detuvieron al entender la indirecta de su esposa. —¡Espera Yolanda! ¡Voy contigo! —la llamó mientras sacaba el dinero de su cartera para pagar la cuenta y salía corriendo del local.

*               *               *

Paseó la mirada por la habitación sin terminar de salir de su letargo. Las cenizas en la chimenea, las tazas con chocolate frío en el suelo, los cacharros aún por lavar en el fregadero… Cerró los ojos y se volvió a acomodar abrazando la cálida figura que se encontraba a su lado. Su dulce aroma la envolvió, mientras una mano empezó a acariciarle el rostro con dulzura.

—Buenos días —susurró una voz cerca de su oído.

—Mmm… —Escondió el rostro en el cuerpo de la persona a su lado.

—Si sigues así te vas a volver a dormir —insistió la voz pinchandole la mejilla con el dedo.

Asintió levemente sin cambiar de posición.

—¡Eres toda una marmota! —se quejó con una sonrisa elevando un poco la voz. —Venga, arriba. Tenemos que limpiar todo esto antes de que me vaya. —Se levantó y se dirigió a la cocina dejando a Aelita en el sofá.

—Pero aún es muy pronto Yumi…

—Pronto lo será para tí. Son las doce y media, y mi padre ya me ha llamado preguntándome si iré a comer.

—Podrías haberle dicho que no —murmuró lo suficientemente alto para que lo oyera.

—Aelita, sabes que no puedo hacer eso —respondió asomándose por la cocina. —Si quieres esta tarde puedo ir a hacerte una visita —concedió con un guiño.

—Está bien… —dijo tras un suspiro. Se estiró tratando de desperezarse y se dirigió a la cocina para ayudar a Yumi y terminar con el trabajo lo antes posible.

Por suerte no había mucho que limpiar, debido a eso, al cabo de poco más de una hora, Yumi pudo llegar a su casa. De camino a su casa recordó las imágenes de la noche anterior. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al evocar las caricias de su amiga antes de que la detuviera. Entonces recordó su mirada. Esa mirada llena de tristeza contenida… “¿Por qué prefirió actuar así antes que decirme que lo estaba pasando mal?” Pensó mientras el llanto de Aelita aullaba en sus oídos. Suspiró profundamente alejando sus dudas de su mente antes de abrir la puerta de su casa.

—Ya estoy en casa…

—Yumi, ¿qué son estas horas de llegar? Te hemos dicho por teléfono que no tardases —le recriminó su padre con tono serio.

—Lo siento, es que los padre de Aelita no me han podido traer antes. —Yumi entró en la cocina donde estaban sus padres. —¿Pero a qué viene tanta prisa? Pensaba que podría quedarme en casa de Aelita a comer…

—Querida siéntate, tenemos que hablar contigo de una cosa importante —informó Akiko sorprendiendo a Yumi.

—¿Eeeh? —Dirigió una mirada preocupada a su padre en busca de respuestas sin hacer caso a la petición de su madre. Sin embargo, Takeda le respondió con una expresión neutra. Al final se rindió y se sentó dispuesta a escuchar a sus padres.

—Verás Yumi…

Deseo oculto

Capítulo 11

 

Des de hacía unos días las temperaturas habían descendido como si estuvieran señalando las fechas que se aproximaban. La ciudad se encontraba adornada por un manto blanco y decoraciones brillantes y llenas de luces de todo tipo de colores. Sin embargo, a pesar de la alegría que se respiraba en el ambiente, las calles se encontraban desiertas. Tampoco resultaba demasiado extraño, pensaba Aelita, hoy era un día para estar con la família hablando delante del cálido fuego de la chimenea con un tazón de chocolate caliente entre las manos. La muchacha no pudo evitar que una sonrisa nostálgica se formara en sus labios al recordar cómo su padre cantaba villancicos mientras hacía sonar el viejo piano de la Ermita, cómo su madre la arropaba entre sus brazos mientras le contaba historias sobre la Navidad, los regalos que había al despertar debajo del árbol, el sabor del chocolate que solamente su padre sabía hacer… Sacudió la cabeza al sentir el pesar y la añoranza instalándose en su corazón, tratando de alejar aquellos recuerdos. No era momento de llorar las pérdidas, si no de estar feliz junto con la gente que la rodeaba.

La muchacha reanudó su camino, ya que sin darse cuenta se había detenido en mitad de la acera viendo, a través de una ventana, como una familia disfrutaba de las vísperas de Navidad horneando galletas y decorando la casa. Pese a todos sus intentos por mantenerse feliz, aquellas fechas no hacían más que recordarle su situación familiar. Las imágenes de cómo se llevaban a su madre todavía estaban presentes en su mente, pese los años que habían pasado desde entonces, y la muerte de su padre había sido un duro golpe del que todavía no se había recuperado. En su corazón seguía albergando una mínima esperanza de que Franz Hopper aparecería en el momento menos esperado para volverla a tener entre sus brazos, como siempre hacía. No obstante, en su cabeza sabía que aquello no ocurriría, ya que vió a su padre dar su último aliento para salvar al mundo de XANA.

Aelita se golpeó ambas mejillas con las palmas de las manos eliminando así los últimos vestigios de tristeza. Yumi le había propuesto ir a su casa a pasar las Navidades, para que así no tuviese que estar sola. Sin embargo, la muchacha se negó rotundamente al plan de su amiga ya que no quería ser una molestia para su família. Debido a eso, Aelita se había pasado toda la semana, desde que empezaron las vacaciones, completamente sola, ya que ni Ulrich ni Odd le dirigían la palabra desde que Jeremie abandonó el centro. No obstante, no había logrado tener ni un segundo para aburrirse. Durante los últimos días había estado ordenando y limpiando la Ermita para celebrar allí la Nochebuena junto con Yumi. Había sido difícil convencer a los padres de su amiga, pero, sin saber muy bien cómo, la chica había conseguido tener la aprobación de sus progenitores.

La chica sonrió al pensar que esa noche tendría a Yumi sola y exclusivamente para ella sin que nadie pudiera molestarlas. Empezó a repasar mentalmente las últimas cosas por hacer para que la noche fuera perfecta. Si su cabeza no se equivocaba solamente quedaba comprar la cena y esperar en la Ermita a que Yumi llegase.

Al ver la tienda de comestibles aceleró inconscientemente el paso. ¿Qué podría comprar para la cena? Algo de picar, junto con un plato fuerte, y algo para beber. ¿Y si compraba champagne o algo más “adulto” que unos simples refrescos? Aunque pensándolo mejor sería algo tonto comprar una bebida que a ninguna de las dos les gustaba demasiado solamente por el capricho de brindar. Además, todavía no era mayor de edad y dudaba de que le permitieran comprar bebida con alcohol. En ese momento su mente le dió una idea aún mejor que el champagne. “Sí, eso será perfecto” Pensó antes de cruzar la puerta adentrándose en los estantes repletos de comida.

*               *               *

Yumi terminó de limpiar el baño y se dirigió a la cocina para ayudar a su madre con los últimos preparativos de una cena que no iba a comer. Una de las condiciones para ir a cenar a la Ermita fue echar una mano como todos los años anteriores. Por lo que durante toda la semana se había encargado de limpiar toda la casa, cuidar a su hermano y prestar ayuda en la cocina.

Sin necesidad de que su madre le dijera lo que tenía que hacer cogió un cuchillo y se dispuso a cortar las verduras, que yacían en la encimera, mientras Akiko se encargaba de los fogones.

—¿Entonces ésta noche te irás a casa de Aelita? —preguntó su madre iniciando una conversación. Como sus padres no sabían que Aelita era huérfana, Yumi pudo decirles que los padres de su amiga la habían invitado a cenar para poder conocer a los amigos de su hija.

—Sí.

—¿Y quiénes iréis a la cena?

—Solamente estaremos la familia de Aelita y yo. —Tras esas palabras se formó un silencio un tanto incómodo mientras la madre de Yumi pensaba en su siguiente pregunta.

—Dime querida… ¿Ha ocurrido algo con Ulrich? No sé nada de él desde que terminó el último curso.

—No es nada mamá, tan sólo nos hemos distanciado.

—¿Y eso por qué, querida? —”Porque es un imbécil” Pensó instantáneamente, pero consiguió morderse la lengua justo a tiempo.

—Cambios de intereses, amigos que vienen otros que se van. Cosas de adolescentes… ya sabes. —Trató de sonar indiferente.

—És una lástima, con lo bien que os llevabais. Haciais una estupenda pareja.

—¿Pero qué dices? Yo núnca he salido con él. Además, el no es mi tipo —atajó tratando de zanjar el tema. Akiko soltó una suave risa al escuchar las palabras de su hija.

—Entonces no es tu tipo… —comentó con picardía.

—Ya te he cortado las verduras. Me voy, que se me hace tarde —cortó Yumi prediciendo la siguiente pregunta de su madre, una pregunta que aún no estaba dispuesta a responder.

—Pero Yumi… —Sus palabras se detuvieron al ver que su hija había desaparecido ya de la cocina. Dirigió una mirada hacia las verduras recién cortadas y una sonrisa nostálgica se formó en sus labios al ver los trozos perfectamente cortados.

Yumi fué a su habitación para coger sus cosas y volvió a bajar para despedirse de sus padres y dirigirse de una vez a la Ermita. Al no encontrar a nadie en el salón redirigió sus pasos hacia su madre.

—Me voy mamá —se despidió dándole un beso en la mejilla. —Por cierto, ¿dónde está papá?

—Está en la habitación atendiendo una llamada.

—Aah… Pues despidete de mi parte. Adiós.

Con paso alegre salió de la casa y se encaminó hacia el bosque de la academia por un camino cubierto de un manto blanco. Se abrochó el abrigo hasta la barbilla intentando resguardarse mejor del frío que le rodeaba, mientras aceleraba el paso para llegar lo más pronto posible a su destino. No podía esperar a encontrarse con Aelita. Sin ninguna duda esa sería una de las mejores noches de su vida.

Llegó a las puertas de la casa y entró sin siquiera llamar. Tras la sorpresa de lo irreconociblemente limpio que se encontraba el edificio, se deslizó silenciosamente por los pasillos hasta llegar a la cocina. Dejó su chaqueta y sus pertenencias en la entrada y, cuidadosamente, se acercó a la figura que trabajaba animadamente delante del banco de cocina. Levantó las manos y, acariciando dulcemente los costados de la chica las entrelazó delante de su barriga. Dió unos pasos haciendo desaparecer la distancia entre sus cuerpos, depositó un suave beso en su mejilla y apoyó la cabeza en uno de sus hombros, observando detenidamente cómo sus manos no dejaban de moverse removiendo algún tipo de salsa blanca que tenía en una pequeña cazuela en el fuego.

—¿Sabes? En lugar de estar detrás de mí sin hacer nada podrías ayudar a hacer la cena —comentó Aelita con fingida severidad.

—Esque me gusta ver cómo preparas la comida —respondió Yumi con sinceridad. A toda respuesta, Aelita le pegó despacio en la nariz con la cuchara con la que removía la salsa. —¿Aelita, sabes que a veces llegas a ser tan guarra como Odd?— dijo mientras su amiga apagaba el fuego y se volvia entre los brazos de Yumi para estar frente a ella.

—¿Yo? —preguntó con inocencia entre risas al ver que su amiga tenía la nariz blanca. Fijó su mirada en la de Yumi haciendo que su corazón diera un vuelco. Se acercó a sus labios pausadamente mientras situaba una mano en la mejilla de su amiga para evitar que se moviera. Cuando la distancia entre sus labios era de pocos milímetros lamió dulcemente la salsa que impregnaba la comisura de sus labios. —Le falta un poco de sal… —declaró tras unos segundos sacando a Yumi de sus ensoñaciones.

*               *               *

Aelita salió de la cocina con dos tazas humeantes en busca de Yumi. Al encontrarla no pudo evitar detener sus pasos para dedicar unos segundos a observar la escena. Su amiga se encontraba sentada en el suelo delante de la chimenea viendo el crepitar del fuego. El reflejo de las llamas en sus ojos luchaba con aquella oscuridad que la absorbía a cada mirada que cruzaban. Si cualquier persona la miraba diría que era la chica seria, dura y orgullosa de siempre, pero cuando la muchacha se fijaba en su amiga, podía leer los sentimientos que a ojos de otros se mostraban ocultos. Su rostro relajado mostraba una expresión de tranquilidad que transmitía calidez a la vez que soledad. Tenía el ceño levemente fruncido, alguna idea se cruzaba por su mente en esos momentos. Yumi levantó la mano y deslizó unos pocos mechones de su pelo detrás de la oreja. Lo que indicaba que sea lo que sea que estaba pensando no era importante, podía esperar a otro día para ser solucionado.

Al sentir que unos ojos indiscretos se encontraban posados sobre ella, la chica miró hacia atrás sorprendiendo a Aelita con una acogedora sonrisa.

—¿Hora de brindar? —preguntó pasando por alto el rubor que adornaba las mejillas de su amiga.

—Aah, sí… bu-bueno… C-cuidado esta… caliente —anunció nerviosamente la chica acercándose a ella para ofrecerle uno de los tazones.

—¿Chocolate? —Hizo una seña con la mano para indicarle a Aelita que se sentase a su lado.

—¡S-sí! Es que… había pensado en comprar otra cosa pero… —Yumi aprovechó el silencio para darle un pequeño sorbo al chocolate.

—¡Mmmmm, qué bueno! —anunció tras unos segundos.

—¡Gracias!

—¿Dónde has conseguido la receta?

—Era el chocolate que me preparaba mi padre todas las Navidades… Quería compartirlo contigo… —Terminó la frase con voz inaudible y la mirada agachada.

Yumi dejó la taza a un lado y levantó la mano en su dirección. Acarició la frente y la mejilla de su amiga apartando unos pocos mechones de su rostro. Con la otra mano le quitó el chocolate e hizo lo mismo que con el suyo. Se acercó a ella y la rodeó con un solo brazo mientras que, con la otra mano, le dedicaba delicadas caricias en el rostro y el pelo. Aelita se dejó llevar por aquella calidez que la envolvía, permitiéndole olvidar durante unos instantes el dolor que le provocaba aquel vacío de su corazón.

—Gracias —susurró Yumi en su oído. Una simple palabra lo suficientemente larga como para decirle sus sentimientos y lo suficientemente corta como para no convertirse en un estorbo. Ya que cualquier otro sonido que dejara escapar de sus labios en ese momento sería un estorbo para aquella frágil conexión que se había establecido entre las dos chicas.

¿Por qué había ocurrido? ¿Por qué tenía que estar sola? ¿Qué había hecho ella para merecer todo aquello…? ¿…Para que le quitaran todo lo que tenía en la vida? Las preguntas se acumilaban en la mente de Aelita causando que de sus ojos se desbordaran lágrimas llenas de impotencia. No era justo. “La vida no siempre es justa.” La voz de Jeremie apareció entre sus pensamientos. ¡Ése imbécil! Cuando peor se encontraba por lo de sus padres, por su pasado… siempre le repetía la misma frase. “¿Por qué…?” Primero lo de su madre, luego XANA, seguidamente su padre… y ahora Jeremie, Odd y Ulrich ¿Por qué el mundo la atormentaba de ésa manera? Lentamente aquellos sentimientos de impotencia y desolación se apaciguaron dando lugar a la frustración y a la cólera. tensó todo su cuerpo y, mientras maldecía en voz silenciosa los tormentos de su pasado, se aferró con más ahínco al jersey de su amiga, como si de un salvavidas se tratase.

Al advertir la agitación de la muchacha, Yumi aflojó el abrazo y con la otra mano le hizo levantar la cabeza.

—¿Aelita, estás b…? —Un beso apasionado y hambriento interrumpió la pregunta de la chica.

Aquellas palabras pulsaron un interruptor dentro de Aelita. No se encontraba sola, tenía a Yumi a su lado, y ése no era el momento de preocuparse por el pasado. No obstante su cuerpo le pedía liberar toda la ansiedad que había acumulado en los últimos minutos. Sin romper el contacto de sus labios, Aelita sujetó las muñecas de la joven y se situó encima de ella a horcajadas. Puso las manos de Yumi detrás de su espalda mientras bajaba por su garganta permitiéndole a sus dientes degustar la suavidad de su piel.

—Estoy mejor que nunca —anunció jugando con el lóbulo de su oreja.

Deseo oculto

Capítulo 10

 

Jeremie se encontraba sentado en su escritorio mientras jugueteaba con su móvil y pensaba en los acontecimientos de esa misma mañana. Su primer impulso tras alejarse de Yumi y Aelita fué llamar a su padre para pedirle que le trasladase a aquel instituto de superdotados del que le habló un par de veces unos años atrás. No obstante, la respuesta de su progenitor fue que lo pensase bien y que esa misma tarde le diese una respuesta definitiva junto con un motivo de peso.

Por eso, la mente de Jeremie no paraba de darle vueltas a todo lo que dejaba atrás, junto con todo lo que podía conseguir si cambiase de centro. Perdería a Odd y a Ulrich, sus únicos amigos que permanecían fieles a su lado, y las matrículas de honor sin esfuerzo alguno, cosa que empezaba a aburrirle ya que no le suponía ningún reto. Lo que ganaba… Tendría mejores oportunidades en su futuro, podría estar con otros chicos que tuvieran los mismos intereses que él, las clases serían más entretenidas y, sobretodo, perdería de vista a Yumi y Aelita. Además, los gustos que compartía con sus dos amigos no eran muchos, por lo que siempre terminaba sintiéndose solo en aquel lugar.

Tras unos minutos de debate interno se levantó y llamó a su padre. Sabía que aún faltaba un par de horas para recibir su llamada. No obstante, si conocía bien a su referente paterno, sabía que no podría negarse cuando escuchara las razones de Jeremie para largarse de ese lugar.

*               *               *

¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Por qué se sentía así? ¿Qué había cambiado? Las preguntas no paraban de aparecer dentro de la mente de Milly. Hacía ya un tiempo que sus pensamientos vagaban​ entre un mar de preguntas. No obstante, desde el suceso de la escalera ese océano se había convertido en toda una tormenta marítima en la que se estaba ahogando lenta y dolorosamente. Cada vez que se decidía a acercarse a Tamiya para actuar como siempre lo hacían el cuerpo empezaba a temblarle y el pulso a acelerarse, como si el mero hecho de pensar en ella activáse una alarma en lo más profundo de su cuerpo ¿Por qué? Era Tamiya, su amiga del alma, su más fiel compañera, su camarada de entrevistas… ¿Por qué no podía acercarse a ella?

Tragó saliva con dificultad, debido al nudo de emociones que se había formado en su garganta. Lo peor de esa situación, era que al pensar en su amiga, en no volver a acercarse a ella… un terrible sentimiento de soledad y tristeza envolvía su corazón. Deambulaba por los pasillos de la academia como alma en pena, intentando, sin éxito alguno, escapar del dolor que la atenazaba. Sin rumbo, sin objetivo… sin nada que captase su atención. Escuchando las voces de los recuerdos que se hallaban impregnados en aquellas paredes, deseando que las cosas volvieran a estar como antes. Aunque una pequeña voz se oponía a aquel anhelo.

—¿Milly, qué ocurre? ¿Te encuentras bien? —La chica levantó la mirada sorprendida al no darse de la presencia de la persona. Era la señorita Meyers. Se encontraba inclinada hacia ella y le dirigía una mirada preocupada.

—Y-yo… e-estoy bien… —dijo con un hilo de voz.

—¿Segura? Tienes mala cara…

—¡S-si! —La profesora le dirigió una mirada dubitativa.

—Oye Milly… si tienes algún problema, sabes que puedes contar conmigo —le dijo con tono cálido. Milly apartó la mirada con incomodidad. No quería contarle a un adulto sus problemas. Bueno… ni a un adulto ni a nadie. —¿Es sobre Tamiya? —tanteó la mujer.

—¡¿Qué?! ¿C-cómo lo has… sabido? —Terminó la frase con un hilo de voz, maldiciendose silenciosamente por haber dejado al descubierto sus preocupaciones.

—Bueno… esque parece que desde hace unos días os habéis distanciado y me preguntaba si era debido a alguna disputa… no me gustaría que vuestra amistad se rompiera por alguna clase de malentendido… —Tras esas palabras se formó un silencio un tanto incómodo. Dana se irguió y la miró con una sonrisa llena de confianza. —Creo que todo se solucionará cuando seas más honesta con tu sentimientos y le hables con el corazón en la mano.

—¿Con el corazón en la mano? —preguntó sin llegar a entender.

—Sí. Cuando le expliques cómo te sientes.

—P-p-pero… —trató de objetar con rubor en las mejillas.

—Si lo haces, Tamiya logrará entenderte y podréis buscar el modo de solucionar vuestros problemas —explicó con voz cálida.

—Decirle lo que siento… —dijo dubitativa.

—¿Sabes? Creo que tengo el modo de ayudarte —inquirió Dana pensativa. Milly la miró con ojos brillantes. —Pero antes tendrás que hacerme un favor agregó con un guiño.

*               *               *

Los ojos de Yolanda vagaban a través del patio de la academia en busca de su objetivo mientras repasaba lo que debía hacer mentalmente. A decir verdad, el plan de Dana sobrepasaba todas y cada una de sus expectativas. Realmente, podría llegar a funcionar… algo que no se esperaba por nada del mundo.

Su mirada se posó sobre una de los muchos alumnos que habían y sin detenerse a pensar, se dirigió hacia ella.

—Señorita Diop —la llamó con tono serio. Tamiya le dirigió una mirada interrogante. —Veo que no estás haciendo nada—observó viendo que la chica no tenía nada entre las manos y se encontraba aislada de sus compañeros. —¿Me podrias ayudar en una cosa?

—Sí… —respondió dubitativamente.

—Muchas gracias. Ven, acompáñame. Te lo explicaré de camino.

La enfermera empezó a andar por la academia seguida de Tamiya, a quien le invadían los nervios por si la señorita Perraudin hacía eso para vengarse de ella por la noticia. En ningún momento había hablado con las dos mujeres sobre el altercado y si sus fuentes no le fallaban, sus instructoras habían tenido una conversación bastante grave por su jugarreta. No sería de extrañar que la señorita Perraudin tomara venganza por su “mal comportamiento”.

—Veras, debo revelar unas fotos para esta tarde, no obstante, tengo una importante reunión con la señorita Meyers dentro de cinco minutos. Debido a eso, no poseo del tiempo suficiente como para conseguirlas. ¿Podrías hacerme el favor de revelar las fotos por mí? —Le preguntó deteniéndose delante de la sala de revelado. Tamiya suspiró aliviada.

—Por supuesto señorita Perraudin. —Gracias a eso podría saldar la “deuda” que tenía con ella.

Yolanda entró en la habitación seguida por su alumna y empezó a explicarle dónde tenía el carrete y los materiales. A los pocos minutos, la puerta se abrió dejando paso a Dana y Milly.

—¡Vaya sorpresa! —exclamó la profesora. —Estaba a punto de buscarla señorita Perraudin.

—Yo iba a decir lo mismo, señorita Meyers. —Yolanda se acercó alejándose de Tamiya, que se encontraba completamente perpleja al ver a su amiga en su mismo lugar.

—Deberíamos empezar ya con la reunión antes de que se haga tarde —observó Dana mirando su reloj. —Mira, parece que tendrás compañía durante el revelado —dijo con un sonrisa traviesa volviéndose hacia la chica que se encontraba a su lado.

—Pe-pero… —empezó a decir Milly completamente perpleja.

—Os dejamos con las foto.

—Pero señorita Meyers…

—No os entretengais mucho con la tarea…

—Pero señorita…

—…y avisadnos cuando las tengáis.

—Pero yo no…

—Hasta luego.

Dana cerró la puerta dejando a Milly y Tamiya solas dentro de la habitación. Ahora todo lo que tenían que hacer era esperar a que las chicas solucionaran sus problemas.

—Se le ven las intenciones, señorita Meyers —comentó Yolanda con tono serio.

—Eso da igual. Lo importante es que ahora tendrán tiempo suficiente como para solucionar sus cosas.

—No tiene remedio… —susurró para sí misma con un suspiro cansado.

—¿Decía algo?

—Que me sigue debiendo un café. —Clavó una mirada severa en sus ojos. Dana le respondió con una mueca

—Pues entonces nuestra reunión se traslada a la cafetería— Empezó a andar captando la indirecta. No obstante, tras contar mentalmente el dinero que llevaba se detuvo y miró a su compañera dubitativamente. —Por cierto Yolanda… ¿Me invitas al café?

—Si lo hiciera, usted seguiría debiendome un café.

—¿Y si saldo la deuda con otra cosa que no sea un café? —propuso con ojos sugerentes.

—Señorita Meyers, no puede ofrecerme nada que no me vaya a dar más adelante por voluntad propia —observó con tono obvio. Ante el comentario Dana puso carita de cachorro abandonado. —Usted gana, pero deje de poner esa cara. Es docente del recinto, no una alumna más —le recordó rigurosamente. —Además, —añadió pensativa —me vendrá bien que haga todas las labores del hogar. Así podré tomarme unas bien merecidas vacaciones durante el próximo mes.

—¿Qué? Pero yo no…

—¿No ha dicho que saldaria la deuda con “otra cosa”?

—Pero yo me refería a…

—Debió haber elegido mejor sus palabras, ahora ya no hay vuelta atrás. —Tras una imperceptible sonrisa triufal, Yolanda empezó a andar seguida por una refunfuñante Dana. Sin embargo, no pudo evitar que una parte de ella se quedara en aquella sala, preguntándose cómo terminaría aquel asunto.

*               *               *

Milly se había quedado observando la puerta de la sala con la mente completamente en blanco. Esta maldita profesora se la había jugado. ¿Ahora qué podía hacer? Tenía que estar durante una hora aproximadamente asolas junto con la persona de la que estaba huyendo durante días enteros. ¿Qué podía decirle? ¿Cómo tenía que actuar? Su mente se bloqueaba cada vez que pensaba en ella, su cuerpo dejaba de reaccionar… y tampoco podía huir del lugar, ya que la profesora podría castigarla por ello.

—¿E-empezamos? —La tímida pregunta de Tamiya la sacó de sus pensamientos. No quedaba otra que afrontarla. Milly asintió casi imperceptiblemente y se acercó a su compañera con pasos dubitativos mientras ésta sumía la habitación en una luz rojiza. —Yo me encargo de los químicos y tú de los negativos… ¿e-estás de acuerdo?

—S-sí… siempre lo hemos hecho así —Mentira. Era verdad que las tareas las repartían siempre de la misma forma, pero siempre había sido entre risas y euforia por la nueva noticia. Esta vez, en cambio, difícilmente podían mirarse de reojo o compartir palabra alguna.

Empezaron a trabajar rodeadas por un silencio incómodo, el cual ninguna de las dos se atrevía a romper. En la mente de Milly surgieron las palabras de la profesora. “Hablale con el corazón en la mano”. ¿Cómo quería que hiciese eso? Era muy fácil decirlo, sin embargo, la cosa se complicaba cuando, al tratar de hacerlo, las palabras perecían antes de llegar a sus labios, el sudor frío empezaba a perlarle la piel y sus emociones jugaban con sus pensamientos, desordenándolos y rompiéndolos. ¿Por qué las cosas habían llegado a tal extremo?

Por otra parte, Tamiya le suplicaba a su mente que recordara todo aquello que había ensayado imaginando el momento en el que tendría una oportunidad de hablar con su amiga. No obstante, a pesar de todo el tiempo invertido delante del espejo, su cuerpo se negaba a funcionar. ¿Y si no debía decirle nada? ¿Y si tan sólo debía dejar pasar el suceso y hacer como si nada? Pero ya lo había intentado y su amiga siempre salía corriendo. Pero seguramente, a pesar de que Milly había intentado besarla, si le dijera lo que sentía por ella la chica no volvería a hablarle…

Mientras sus pensamientos seguían yendo y viniendo, la mente de Tamiya no pudo advertir a tiempo dónde ponía el líquido revelador, haciendo que éste se derramara encima de la mesa.

—¡Cuidado! —Tamiya despertó de su letargo justo antes de que el líquido llegara hasta la mano que tenía posada sobre la mesa, haciendo que la apartara rápidamente. —¿Pero qué haces? Sabes que tienes que tener cuidado en el revelado, los productos químicos pueden llegar a ser muy perjudiciales para la piel —Milly cogió rápidamente un trozo de papel de cocina, lo puso sobre el líquido para que no se extendiera más y se dirigió a inspeccionar a su amiga.

—Tranquila Milly, el líquido no ha llegado a tocarme —trató de calmarla tras un breve silencio en el que el corazón le dió un vuelco. Milly se separó bruscamente de su amiga al percatarse de su cercanía —¡Espera Milly! —Tamiya cogió la mano de su amiga para asegurarse de que no saliera corriendo. —Y si… nos olvidamos de lo que ocurrió en la escalera… ¿Y si hacemos como que nunca ha pasado?

“Hacer como que nunca ha pasado”. Esas palabras eran como un oasis en medio de un desierto para la joven. Poder volver a hablar con normalidad, ver una peli juntas, comer juntas, pasar los días la una con la otra como antes lo hacían. Olvidarse de las relaciones entre mujeres y seguir como siempre, como amigas de la infancia, camaradas de notícias, compañeras de la escuela… Sonaba tan bien… a la vez que vacío y solitario. Una parte de ella seguía oponiéndose ante tal idea, haciendo que todas aquellas escenas le dejaran una sensación de desdicha y oquedad en su corazón. Tenerla tan cerca, pero a la vez tan lejos… Volviendo a imponer entre las dos el muro que tembló durante el suceso de la escalera.

No. No quería volver a su antigua relación. No quería verla en la otra cama y desear con todas sus fuerzas eliminar la distancia que las separaba sin poder cumplir aquel objetivo. No quería ver cómo otra persona pretendía ocupar el lugar que solamente a ella le pertenecía. No quería ni pensar en un futuro en el que no pudiera ver aquellos ojos a través del espejo de su cuarto de baño mientras se lavaba los dientes. No quería tener el impulso de cogerle la mano y detenerse porque su relación había vuelto a eso… a simple amistad.

—No. —Tamiya la miró sobresaltada al advertir la emoción en su voz percatandose a través de la oscuridad de las lágrimas que adornaban su rostro.

—¿Qué…?

—¡No quiero! No quiero hacer como si lo de la escalera no hubiera pasado, yo quiero… —Milly suspiró profundamente antes de lanzar al aire las palabras que empezaban a quemarle por dentro. —¡Quiero terminar lo que sucedió! N-no… no quiero olvidarlo… Yo…

Los labios de Tamiya acallaron todas y cada una de las palabras que trataban de salir de la garganta de su amiga. De repente, el cuerpo de Milly se volvió frágil y débil amenazándola con dejarla caer. La joven se aferró a la camisa de su amiga que la rodeó con sus brazos, y permitió salir toda la confusión de sentimientos que la habían atormentado durante los últimos días con silenciosos sollozos.

Lentamente la calidez y la ternura de aquel abrazo apaciguó el llanto de la chica. No obstante, ninguna de las dos se atrevió a romper el afectuoso, delicado y dulce contacto, ya que esa trivial caricia era el salvavidas por el que habían implorado y combatido tanto tiempo siendo o no conscientes de ello.

*               *               *

Jeremie subió al coche al lado de su padre sin dignarse siquiera a ofrecer una mirada de despedida al lugar al que había llamado hogar durante años.

—¿Estás seguro de lo que haces? —preguntó su padre con una cariñosa sonrisa después de ponerse el cinturón.

—Sí —respondió el chico con voz cortante.

—Pues nos vamos entonces… Adiós academia Kadic, ha sido un placer internar a mi hijo dentro de estos muros.

Tras esas palabras, el coche se alejó del lugar con rapidez llevándose así uno de los alumnos más destacables que habitaron aquel edificio para siempre.

Deseo oculto

Capítulo 9

 

Tamiya se despertó al escuchar el despertador de su compañera de habitación sonar. No le hizo falta ver la hora para saber que todavía quedaba un buen rato para el desayuno y que era demasiado temprano como para levantarse. Mantuvo sus ojos cerrados e intentó controlar su respiración para que Milly creyese que se encontraba dormida, luchando contra las ganas de levantarse y preguntarle por el suceso en la escalera.

Desde aquel momento, su amiga se dedicó en cuerpo y alma a evitarla. Todas las mañanas se despertaba nada más amanecer y desaparecía por el campus hasta bien entrada la noche, cuando la chica se encontraba durmiendo. Tamiya intentó hablar con ella con normalidad alguna vez, pero ésta terminaba huyendo del lugar a la primera oportunidad. Quería hablar sobre el tema, preguntarle sobre sus sentimientos y confesarle los suyos propios, sin embargo, no quería presionar a Milly ya que sabía que esa clase de temas eran difíciles de tratar para ella.

Cuando Tamiya escuchó la puerta cerrarse se incorporó sobre la cama soltando un sonoro suspiro. No entendía el comportamiento de Milly. Primero le decía que odiaba las relaciones entre chicas, después intentó besarla y ahora… tendría muchísima suerte si podría volver a hablar con ella de forma normal una vez más. ¿Qué podía hacer para tratar de solucionar la relación entre las dos?

*               *               *

Jeremie subió las escaleras de la residencia hasta llegar a la sección de chicas tratando de ser lo más silencioso y precavido que podía, para que Jim no le pillase. Profundas ojeras marcaban sus ojos ya que se había pasado toda la noche pensando en la discusión con Aelita y la conversación con Ulrich. Era verdad que su novia se había vuelto más cercana a Yumi últimamente, no obstante, Aelita no sería capaz de hacerle eso. Llegado a ésa conclusión, se dió cuenta de que la noche anterior había sido demasiado duro intentando alejarla de su amiga.

Ésa mañana decidió disculparse con Aelita concediéndole hacer alguna de las estupideces románticas que a ella le gustaban, como ver una peli, pasear por el bosque o incluso escuchar algunas de sus mezclas. Además, había hablado con la señora Hertz y le había concedido el laboratorio a su alumno más ejemplar, siempre y cuando tuviese cuidado con el material. Así que podría trabajar con material de verdad junto con Aelita durante horas. Una gran sonrisa se dibujó en su cara tras esos pensamientos mientras se detenía delante de la habitación de la chica. Puso la mano sobre el pomo y abrió la puerta con alegría.

—¡Buenos dí…! —Sus palabras se quedaron congeladas ante la imagen que se encontraba delante de él.

Yumi abrió los ojos y se incorporó con un sobresalto al escuchar el sonido de la puerta, haciendo que Aelita se despertase por el movimiento de su almohada improvisada, ya que se había pasado toda la noche con la cabeza sobre el pecho de su amiga. Las chicas vieron la cara sorprendida de Jeremie, que se había quedado bloqueado delante de tal imágen, tomando consciencia de que las palabras que Ulrich le había dicho eran completamente ciertas.

—Je-Jeremie… —acertó a decir Aelita tras el sobresalto inicial. —Yo…

—Dejalo —ordenó el chico apartando la mirada con ojos vacíos. Cerró la puerta y se marchó a paso lento.

Yumi saltó de la cama maldiciendo por lo bajo mientras buscaba su ropa, debido a que Aelita le había dejado un pijama para que durmiese más cómoda. No fué demasiado complicado, ya que la ropa se encontraba plegada sobre la silla. Miró a su amiga que no conseguía salir de sus pensamientos y le arrojó sus ropas. La muchacha salió repentinamente de su mundo al notar las prendas encima de ella.

—Vamos. No pensarás dejar las cosas así, ¿verdad? —inquirió Yumi con seriedad mientras se cambiaba lo más rápido que podía.

Aelita asintió con suavidad antes de seguir los pasos de la chica. No tardaron ni cinco minutos en cambiarse y salir corriendo en busca de Jeremie. Al verle en el pasillo de la sección de chicos, la joven de pelo rosa aceleró el paso dejando a Yumi atrás.

—Jeremie, déjame que te lo explique —suplicó la muchacha sujetando su muñeca. —Yo…

—¡Déjame en paz! —Jeremie se zafó de su agarre con un violento movimiento de brazo, dio un paso hacia la chica y la empujó haciendo que perdiera el equilibrio. Yumi llegó justo a tiempo para sujetar a la chica por detrás evitando que cayese al suelo. —Cómo te has… —escupió el chico fuera de sí. La propia ira que sentía en ese momento formaba un nudo en su garganta dificultándole el habla. —Ojalá nunca te hubiese encontrado en Lyoko —siseó con ira acercándose peligrosamente a Aelita.

Yumi se apartó de la muchacha y se impulsó hacia Jeremie agarrando el cuello de su jersey y empujándolo hasta que su espalda chocó contra la pared.

—Jeremie, no te pases —advirtió la muchacha con una serenidad amenazante. Jeremie la miró dirigiendole una sonrisa irónica.

—¿Que no me pase…? ¿Me lo dices tú a mi? —Su sonrisa se desvaneció cambiando su expresión por una dolida. —Yumi… creí que eras mi amiga… ¿Cómo has podido hacerme esto? Debí haber hecho caso a mi instinto y no dejarte entrar en el grupo…

Yumi quedó perpleja ante sus palabras. Todo lo que habían pasado juntos, todos los momentos en los que casi había perdido la vida en un ataque de XANA para salvarle, los múltiples consejos que le había dado a Aelita para que no le rompiese el corazón… ¿Era verdad que todas aquellas sonrisas compartidas, todos aquellos momentos felices fueron una mentira? ¿Simplemente había estado ahí por ser el capricho de Ulrich? Sin darse cuenta, aflojó el agarre del muchacho, quien apartó las manos de su cuello y desapareció entrando en su habitación.

—¿Vamos? —preguntó Yumi tras unos eternos segundos dirigiéndose hacia las escaleras de la residencia.

—Pero…

—Es mejor dejarle solo por el momento. Además, después de lo que ha dicho no creo que merezca que vayas detrás de él.

Las dos chicas empezaron a andar pasillo abajo en completo silencio. Aelita observaba a Yumi de reojo con preocupación, las palabras de Jeremie le habían herido más de lo que esperaba. Por suerte ella ya había escuchado frases como ésas cada vez que el chico se enfurecía y sabía que no eran ciertas. Tan solo era su modo de defenderse ante aquellas situaciones. No obstante, para Yumi había sido un duro golpe. Conocía lo suficientemente a la muchacha como para saber que nadie fuera de su familia había conseguido hacerse un hueco en su corazón, hasta que ellos llegaron.

—Lo siento… el no lo decía en serio, el solo…

—No debes disculparte y mucho menos excusar su comportamiento. Ya es mayorcito como para hacerse responsable de sus actos —cortó Yumi con seriedad. Otro silencio se volvió a formar entre las dos. —Ahora no me digas que le habías elegido a él —trató de bromear, no obstante el tono de sus palabras era seco y su sonrisa, en lugar de ser divertida, fué más bien amarga.

—Fuíste tú la que quiso que no se lo dijese porque anoche se lo demostré —siguió la broma rodeando el brazo de Yumi. El rubor invadió las mejillas de la chica mayor recordando los sucesos de anoche. —¿Acaso quieres que te lo vuelva a asegurar? —preguntó con picardía empujándola suavemente hasta acorralarla contra la pared.

Yumi trató de responder, sin embargo, su cuerpo quedó expectante a la espera de que la chica siguiera. Aelita se acercó a la muchacha hasta que la distancia entre las dos se redujera a escasos centímetros.

—¡Vaya! Me alegra ver que vuestro problema se haya solucionado tan rápido —interrumpió una intrusa con tono burlón. Aelita se separó de Yumi de un salto y las dos se quedaron mirando a la señorita Meyers con caras asustadas. “¿Cómo se ha enterado…?”. Se preguntó Aelita mientras la respuesta llegaba rápidamente a su mente. “Señorita Perraudin…” —Ahora váyanse de aquí antes de que le diga al señor Morales que hay dos chicas en la sección de chicos una de las cuales no es interna —ordenó con firmeza y seriedad.

Tras un asentimiento por parte de las dos ruborizadas chicas, salieron del edificio a paso rápido, preguntándose cómo volverían a mirar a la cara a la enfermera del colegio.

*               *               *

Yolanda cogió su bandeja repleta de comida y se dirigió hacia la mesa vacía que se encontraba destinada a los profesores. No solía desayunar en la cafetería junto con sus alumnos, sin embargo, debía terminar de revisar los preparativos para los informes médicos del próximo año. Sabía que no cometería ningún error en su tarea, sin embargo después de aquella disputa con el director debía ser más precavida que nunca y asegurarse de perfeccionar al máximo su trabajo. La enfermera tenía la sospecha de que ese hombre tenía puesto un ojo sobre ella y Dana, y que usaría cualquier excusa para despedirlas.

Cuando llegó junto a la mesa dejó la bandeja, se sentó, sacó los documentos que llevaba en la bolsa y empezó a comer mientras los revisaba concienzudamente.

—¿Trabajando desde tan temprano? —No le hizo falta levantar la vista para saber quién trataba de interrumpir su tarea. A toda respuesta, giró la hoja y empezó a leer los apuntes que había escritos en la cara trasera. —¿Sabes que el descanso también es bueno para el trabajo? —Yolanda siguió con la misma metodología. Tras unos segundos de silencio, Dana se acercó a la oreja de la mujer. —No me obligues a arrastrarte hasta el almacén de la enfermería para recordarte todo lo que hicimos anoche —le susurró con voz seductora rozando su oreja con los labios.

—Señorita Meyers, le recuerdo que nos encontramos en nuestro lugar de trabajo y que hay niños delante. Sin mencionar que el señor Delmas, nuestro jefe, siente incomodidad ante nuestra relación, sobretodo después del altercado que tuvimos con él. ¿Querría hacerme el favor de abandonar esa actitud dentro del recinto escolar? —dijo con tono profesional sin cambiar su expresión mientras se sorprendía a sí misma por su asombrosa capacidad de sobreponerse ante aquellas situaciones. A decir verdad, cada vez que Dana actuaba de esa forma, su mente amenazaba con perder el control mientras su cuerpo le pedía a gritos tener un momento íntimo con su compañera para poder volver a degustar el cuerpo del que se había hecho adicta.

—Por supuesto Señorita Perraudin. Siempre y cuando respete sus horarios de descanso —respondió imitando el mismo tono de la pregunta junto con una sonrisa burlona.

Yolanda terminó de leer pacientemente las últimas líneas de la hoja antes de apartar los apuntes de ella y mirar por primera vez a la mujer que se encontraba frente a ella. Algo le decía que sus insistencias no se debían tan sólo a cuidar de su salud. Empezó a comer manteniendo sus ojos posados sobre ella esperando a que empezara a hablar.

—Me he encontrado a Ishiyama y Stones en la residencia a punto de besarse y algo me dice que has tenido algo que ver con eso —comentó arqueando una ceja.

—Sus sospechas no son erróneas ¿Me va a castigar por eso? —inquirió con desdén.

—Siempre es un placer castigarle —concedió con una sonrisa pícara que desapareció al ver el rostro severo de la mujer. —No, vengo a proponerle una cosa. Mira eso —dijo mientras se sentaba al lado de Yolanda y señalaba un punto de la sala con un ligero movimiento de cabeza. La enfermera miró a la solitaria chica que comía en una mesa apartada. Se trataba de Tamiya Diop, una de las alumnas que hizo pública su relación y que, por tanto, causó el altercado con el director. —¿No ves algo diferente? Siempre va con su amiga, pero ahora está completamente sola. —Yolanda apartó la mirada de la chica y volvió a centrarla en su comida esperando a que la profesora siguiera hablando. —¿Habrá sucedido algo entre ellas?

—Disculpe, señorita Meyers, pero agradecería que fuera directamente al grano —cortó la enfermera intuyendo hacia dónde se dirigía la conversación. Dana le mostró una enigmática sonrisa antes de seguir hablando.

—¡Qué impaciente! —comentó ante la actitud de su compañera. Al ver que su observación no tenía respuesta siguió con su explicación empleando un tono serio llegando a sonar un tanto preocupado.— Desde que conozco a esas chicas nunca las he visto solas, siempre estaban la una junto a la otra. Y no sólo eso, cada vez que veía cómo se miraban, cómo actuaban la una con la otra podía ver que el cariño que sentían iba más allá de la simple amistad. —Yolanda le dirigió una mirada sorprendida. Conocía el carácter observador de la mujer, no obstante, había veces en las que se sorprendía de lo lejos que era capaz de llegar. —Cuando las vi escondidas en el callejón el día en el que fuímos al cine me alegré porque pensé que por fin habían decidido ser fieles a lo que sentían la una por la otra. Sin embargo, desde ese día su comportamiento cambió repentinamente llegando a mostrar incomodidad cuando estaban juntas, por lo que me preocupé y empecé a fijarme más en ellas… Hasta que el otro día, mientras buscaba a Jim en la sección de hombres en la residencia, no pude evitar escuchar cómo discutían…

—¿Sabe? A veces me sorprende hasta dónde puede llegar su capacidad de observación —cortó Yolanda con el ceño levemente fruncido, adivinando lo que seguía después. —No obstante, esa cualidad no le da el derecho a espiar a los alumnos y aún menos a inmiscuirse en sus vidas privadas. Eres una profesora de la academia, y como tal, su trabajo es velar por la salud de sus alumnos. No debe hacer ni más ni menos.

—¡Pero Yolanda, esas chicas se quieren! Además tú te metiste en las vidas privadas de Yumi y Aelita ¿Por qué no puedo hacer lo mismo que tú?

—No niego que ese sentimiento exista, no obstante no es la misma situación que con las otras chicas. Con ellas fué un momento casual y simplemente les di un par de consejos. Como persona docente no debe hacer más y sé que usted sobrepasaría esa línea. Siento decirle que ese sentimiento no le incumbe y que respecto a sus alumnos, debe ceñirse única y exclusivamente a su trabajo, que es enseñar matemáticas.

—Yolanda —empezó a decir mirándola fijamente a los ojos mientras le cogía la mano disimuladamente, —por favor… estos chicos viven aquí dentro. No tienen padres que estén pendientes de ellos y que les aconsejen cada vez que las cosas vayan mal. ¿Te acuerdas antes de empezar a salir juntas? Era un mundo nuevo y confuso, tenías unos sentimientos que a ojos de la sociedad no debías tener. A parte de todas las preocupaciones que tiene una persona de esa edad: los cambios hormonales, las aceptaciones de grupo, el instituto… ¿Qué hubiera pasado si todo eso lo hubieras enfrentado sin tener el apoyo de nadie? Sin nadie que te pudiese aconsejar, sin ningún hombro en el que poder llorar… incluso sin nadie que pudiera solamente escucharte. —Yolanda recordó la confusión de aquella época, sabía que Dana tenía razón. No obstante, la situación con el director no era la adecuada como para actuar de esa forma. La profesora leyó las objeciones que su mente planteaba a través de sus ojos y optó por cambiar de estrategia. —Por otra parte, si esos alumnos nos tienen como única referencia quiere decir que debemos asumir parte del papel de madre. Por lo que tomar cartas en el asunto, siempre que no exceda el papel de docente, en caso de ser necesario queda incluído en nuestro trabajo. El señor Delmas lo querría así… —apuntó mirando a la mujer de reojo mientras le daba un sorbo al café de su compañera.

—Sus argumentos son buenos… —convino pensativa. Dana sonrió triunfante. —Sin embargo, deberá prometerme que haga lo que haga, será con discreción y no causará ninguna clase de molestia tanto a las alumnas como al director.

—Tranquila, ya tengo pensado todo lo que tenemos que hacer.

—¿Tenemos? —preguntó con escepticismo.

—¡Por supuesto!

—No.

—¿Qué? Pero si acabas de decir…

—Le he dado mi visto bueno a su propuesta. No obstante, en ningún momento le he dicho que podía contar con mi colaboración.

—Venga Yolanda…

—No

—Por favor…

—No

—¿Y si…?

—No. Me niego a colaborar en sus planes.

—Si me ayudas… —empezó a hablar acercándose peligrosamente a ella con tono seductor, —prometo que te recompensaré —susurró en su oído posando una mano discretamente sobre su muslo y ofreciéndole una carícia traviesa.

—Está bien, usted gana… —cedió tras un suspiro de exasperación mientras cogía sus papeles y volvía a revisarlos.

—¡Eeeh! ¿Qué haces? Me habías prometido… —se quejó con los mofletes hinchados.

—Ha sido usted quien ha roto su promesa. Y por cierto… me debe un café —añadió indiferente viendo que la mujer se había terminado el café sin darse cuenta.

Deseo oculto

Capítulo 8

 

—Quedas advertida —Dijo Jeremie antes de cerrar la puerta de la habitación dejando a Aelita completamente sola.

La muchacha se sentó en la cama lentamente. Esto no podía estar pasando. ¿Cómo podía pedirle eso así de repente? ¿Qué había ocurrido?  Lo que más temía… Ahora sí que tenía que hacerle daño a alguno de los dos. ¿Por qué pasaba esto?

Una red de confusión se desató dentro de su mente haciendo que todo su cuerpo empezase a temblar. La desesperación empezó a apoderarse de ella ante la incapacidad de decisión. ¿Qué sería de ella sin Jeremie? El temor ante un futuro diferente, desconocido, atenazaba su corazón, convirtiéndolo en cadenas que la aprisionaban. Se sentía acorralada en un laberinto en el que se le negaba toda libertad para escoger un camino en el que Jeremie no se encontraba junto a ella. No obstante, una pequeña voz en lo más profundo ser le gritaba incitándola a romper aquellas cadenas oxidadas y desvencijadas, a introducirse en lo ignorado hasta el momento, a irse con aquella persona que realmente la hacía feliz. Una voz que cuestionaba las decisiones del chico, furiosa ante las palabras que escuchó minutos antes.

La música empezó a sonar en su móvil sorprendiéndola y sacándola a la fuerza de la compleja trama de pensamientos que la engullía. Cogió el aparato y descolgó antes de situarlo junto a su oreja.

—¿Si? ¿Quién és?

—Soy Yumi… —El tono de su voz era apagado llegando a sonar abatida. —Quiero disculparme por lo de antes. Yo…

—Yumi, no sigas. —Aelita sentía que no podía seguir escuchándola. Sabía cuán orgullosa era esa chica, ¿por qué se disculpaba entonces? —Por favor… —Las lágrimas acudieron a sus ojos vencida por el mar de emociones que sentía en aquellos momentos.

—¿Aelita, que te ocurre? —preguntó Yumi al captar la emoción en su voz.

Aelita respiró hondo un par de veces buscando aquella fuerza y aquel valor que le permitieran romper la prisión en la que encarcelaba su libertad. Sin embargo, no encontró nada en su interior que le diese la suficiente confianza.

—Yumi… yo… —Las palabras no acudían a sus labios. —¿Puedo pedirte un favor?

—S-si…

—No vuelvas a acercarte a mí… por favor…

Aelita despegó el teléfono de su oído y finalizó la llamada en el momento en el que Yumi respondía a su petición sin llegar a saber si la muchacha accedería. No obstante, no tuvo el valor de escuchar su voz ante aquellas palabras.

La joven apartó el móvil de ella odiándose a sí misma por su cobardía y se dejó caer sobre la cama sin fuerzas ni para desahogar todo lo que pasaba por su mente en esos momentos.

*               *               *

Yumi arrojó el móvil sobre la cama furiosa. ¿Qué le ocurría? No podía estar hablando en serio. Algo le había ocurrido a su amiga. Pero decirle que no se volviera a acercar a ella…

¡No! Se negaba ante aquella posibilidad. Si se lo pedía como mínimo exigía una explicación, un por qué…

Sin pensarlo dos veces metió su peluche debajo de las sábanas por si sus padres entraban en la habitación y se escabulló de la casa sin hacer ruido. Una vez en la calle, salió corriendo dirección a la academia con una única cosa en mente: Aelita. ¿Horas antes no quería hacerle daño por nada del mundo y ahora le pedía que se alejara de ella? No hacía falta ser Sherlock Holmes para saber que algo no encajaba.

Llegó hasta las puertas del recinto, observó a su alrededor para asegurarse de que no habían ojos curiosos cerca y trepó la valla para introducirse en su interior. Cayó sobre el césped que había al lado del camino y corrió a través de los árboles para asegurarse de no ser descubierta. Cuando llegó a la residencia se detuvo pensando en cómo entrar al edificio. Si mal no recordaba, las puertas se mantenían abiertas durante la noche, sin embargo era posible que Jim la pillase mientras recorría los pasillos hasta la habitación de Aelita. Tras unos segundos sin encontrar otra vía de entrada se acercó a la entrada de la residencia y se internó lo más silenciosamente que pudo.

Llegó hasta la puerta de la habitación de Aelita y soltó un suspiro intentando liberar la tensión antes de llamar suavemente a la puerta.

—¿Qué quieres ahora? —inquirió Aelita mientras abría la puerta molesta. Sin embargo, todo su enojo desapareció al reconocer a la persona que se encontraba frente a ella, dejándola completamente paralizada.

—Yo también me alegro de verte —bromeó Yumi con una media sonrisa. —Ahora dime qué ocurre. —Su expresión cambió repentinamente ante estas palabras, mostrando tal seriedad que el corazón de Aelita dió un brinco de temor.

Sin esperar a que Aelita le cediese el paso Yumi cogió su mano y entró cerrando la puerta arrastrando a la muchacha hasta el centro de la habitación. Soltó la mano de la chica y clavó su mirada en ella cruzándose de brazos a espera de una respuesta.

La joven de pelo rosa se sentía totalmente desarmada ante la aparición de su amiga y su actitud. ¿Por qué hacía todo eso por ella cuando Jeremie solamente le ponía obstáculos a su relación? Observó a la joven delante de ella, a su cuerpo llegó el impulso de abrazarla y dejarse consolar por ella como antes, sin embargo, su mirada le imponía clavandola en el sitio, impidiendo que moviera ni un solo músculo.

—Y-yo… —Un nudo de emociones se había formado en su garganta impidiendo que las palabras salieran. Tragó saliva con dificultad. ¿Qué podía decirle?

—Ha sido Jeremie, ¿verdad? —adivinó Yumi sin esfuerzo. —¿Qué te ha dicho para que te comportes así? —Su mirada era dura, pero lo que más le dolía a Aelita era ése brillo de decepción que sólo ella era capaz de ver.

—Ha llegado a mi cuarto y ha empezado a gritarme. —Las lágrimas empezaron a desbordarse de los ojos de la muchacha. —No entendía por qué estaba así ni que me decía, hasta que me ha dicho que si volvía a vernos juntas que no volviera a acercarme a él. Yo no… no quería apartarme de ti… Yo no… —Los sollozos interrumpieron sus palabras. Agachó la cabeza y se limitó a limpiarse las lágrimas como pudo.

—¿Entonces le has escogido a él? —Su voz estaba plagada de dolor. Aelita levantó la mirada sorprendida ante sus palabras. Sus ojos se encontraban clavados en el suelo e hizo ademán de salir de la habitación.

—¡No Yumi! Yo solo… —empezó a explicar desesperada. —Tenía miedo, ha sido muy repentino. Me has llamado nada más se ha ido, no sabía qué hacer… yo…

—Aelita. —Yumi clavó su mirada en ella. —Jeremie te ha pedido que elijas y tú has dado tu respuesta. Yo ya no tengo nada que hacer aquí. —Su voz se convirtió en un susurro.

Al ver cómo Yumi se acercaba a la puerta el cuerpo de Aelita actuó por sí solo, acercándose a la muchacha, cogiéndole del brazo para que se diese la vuelta y empujándola hasta que su espalda chocó contra la pared.

—Pero qu… —Los lábios de Aelita detuvieron sus palabras sorprendiéndola, dándole el beso más dulce que en su vida fué capaz de provar.

—Todavía no he dicho a quién elijo —susurró cerca de los labios de su amiga interrumpiendo momentáneamente el beso. Tras esas palabras volvió a arremeter contra los labios de una muy sorprendida Yumi.

Esos labios, más expertos de lo que nunca se imaginó, invadieron el cuerpo de Yumi de calidez y dulzura, a la vez que deseo. Sin siquiera imaginarse en evitarlo, rodeó la cintura de Aelita atrayéndola más hacia ella para notar su cuerpo aún más y profundizó el beso. El sabor de aquella boca empezó a sacar a la superficie la pasión que había mantenido oculta durante tanto tiempo. Sus manos subieron hasta sus hombros y empujó a Aelita, deteniendo el beso, hasta situarla sobre la cama.

Se puso encima de la joven y volvió a besarla, no obstante, esta vez lentamente, degustando poco a poco el sabor de sus labios, dejando que las sensaciones la envolviésen sin ninguna clase de prisa. Porque en esos momentos, Aelita era solamente suya…

Interrumpió el beso, y se dedicó a mirar a la chica que se encontraba debajo de ella observándola expectante, mientras recorría su brazo con la yema de los dedos. Dedicó unos minutos en admirar y saborear todas y cada una de las facciones de la chica que se situaba debajo de ella. En ese instante se dió cuenta de que Aelita tan sólo llevaba un camisón y que en ningún momento había notado el incómodo elástico que debía encontrarse en su espalda, lo que hizo que un escalofrío de emoción recorriese su espina dorsal.

Ante la imponente observación de la chica, Aelita empezó a notar cómo un pequeño temblor se adueñaba de ella. Provocado por la intimidante mirada de sus ojos rasgados o por el simple anhelo de que la chica continuase, los latidos de su corazón aumentaron notoriamente. Ante aquellas sensaciones, la muchacha le dirigió una mirada suplicante. No obstante, al ver que no hacía mella en el comportamiento de Yumi, utilizó todo su valor para ordenar a su cuerpo moverse a pesar de las dudas que la atormentaban.

Levantó una mano vacilante para apartar un mechón de pelo de Yumi y aprovechar la oportunidad para acariciar con la yema de los dedos el contorno de su rostro. ¿Y si no lo hago bien? ¿Y si se burla por mi inexperiencia? ¿Y si…? Yumi advirtió la duda en los ojos de su amiga y al notar la suave y dulce caricia, cerró los ojos disfrutando del contacto e intentando hacerle ver que podía hacer con ella tanto como quisiera.

El delicado roce de la mejilla bajó hasta el cuello de Yumi haciendo que su piel se erizara al paso de sus dedos. Al llegar al borde del cuello de su jersey negro vió cómo la chica liberaba un casi imperceptible suspiro que llenó a Aelita de valor. Apartó la mano y la situó en su espalda (aprovechando que la prenda superior era corta y dejaba al aire su barriga) acariciándola con los dedos y las uñas.

Yumi se acercó a la chica y volvió a besarla pausadamente antes de descender hasta la fina capa de piel que cubría su cuello. Cómo Aelita la seguía con la mirada y no tenía espacio para jugar libremente, cogió su pelo por la parte posterior de su cabeza y tiró suave pero firmemente de él haciendo que la chica echara la cabeza hacia atrás. Aprovechando el nuevo espacio acarició con sus lábios y con sus dientes la piel. Tras ese delicado a la vez que tosco contacto un suave gemido salió de los labios de la chica a la vez que hacía más presión con sus uñas en el recorrido por sus lumbares.

Yumi separó su boca de la chica y empezó a recorrer con su mano a la chica, desde su pelo hasta situarla entre sus dos pechos. A su vez, Aelita metió la mano debajo de su jersey recorriendo el elástico de su top rozando sin querer la piel que éste guardaba. En efecto, no había ninguna prenda debajo del camisón de la menor.

Una oleada de agitación acometió contra la serenidad de Yumi, que cogió en un arrebato las manos de la chica sujetándolas por encima de su cabeza. Se acercó a los labios de la chica y empezó a darle rudos besos, investigando y saboreando con su lengua el interior de la boca de la chica mientras con una mano sujetaba sus muñecas para recorrer con desenfreno su cuerpo con la otra.

Colocó su rodilla entre las piernas de la chica para tener mejor acceso con la mano a su pierna. Detuvo los besos para morder con picardía el cuello de la chica. Puso su mano en el muslo de la chica y empezó a ascender levantando al mismo tiempo el borde de su camisón. Sin ser consciente y sin poder detenerlo, un gemido salió de los lábios de Aelita, con suficiente como para haber despertado a las alumnas que dormían en las habitaciones que le rodeaban.

Yumi siguió con sus juguetonas y fogosas caricias y mordiscos con más ímpetu al escuchar el delicioso ruido de placer que las acompañaban. No obstante, Aelita entro en sí al advertir la luz que se asomaba por la parte de abajo de su puerta.

—Y-Yumi… —la llamó con voz temblorosa. Al ver que la chica no detenía sus lujuriosas acciones, tentandola a dejarse llevar por la pasión, trató de soltarse de su agarre o separarse de ella. Con esfuerzo, pudo liberar una de sus manos y separar a la chica con más brusquedad de la que habría querido. —¡Yumi!

—¿Qué pasa? —preguntó la chica como si saliese de un sueño mientras trataba de recuperar el aliento. Miró en la misma dirección que Aelita y su rostro palideció ante la idea que surgió en su mente. —¡Mierda, Jim!

La chica se levantó buscando algún sitio dónde esconderse escuchando desde la lejanía los pesados pasos de su profesor de educación física. Debajo de la cama habían cajas de cartón, en el armario no había suficiente espacio, en el escritorio sería demasiado visible. Al ver la sombra de los pies delante de la puerta Yumi se colocó a su lado pegada a la pared, de forma en que la propia puerta la cubriera. Jim abrió la puerta mientras Yumi rezaba al más poderoso de los dioses para que no la golpeara con ésta ni se diese cuenta de dónde estaba.

—¡¿Stones, qué son esos gritos?! —demandó el profesor.

—Y-yo… he te-tenido una pe-pesadilla Jim… —anunció la chica con voz temblorosa.

El profesor observó a la sofocada chica delante de él recordando los múltiples episodios de malos sueños que atormentaron a la joven tiempo atrás, interrumpiendo su descanso y el de sus compañeras en más de una ocasión.

—Esta bien… ahora vuelve a la cama.— Detrás de su orden Aelita advirtió un deje de cariño en sus palabras.

El profesor se fué cerrando la puerta tras de sí. Aelita y Yumi no osaron mover un solo músculo hasta que sus pasos se perdieron en la distancia y la luz del pasillo se apagó.

—E-esto… y-yo debería irme ya —tartamudeó Yumi sin mirar a Aelita directamente. Agradeció la oscuridad de la habitación ya que así podía esconder el intenso rubor que seguramente habitaba en sus mejillas.

—Espera Yumi… ¿no… no quieres saber a quién elijo?

—Creo que ya me lo has dejado claro —intentó bromear la chica, no obstante, su voz sonó demasiado nerviosa. La chica se acercó a la puerta de la habitación.

—Yumi —volvió a llamarla Aelita.— Esto… Jim est… —Sus palabras se perdieron de sus labios al ver como la chica la observaba haciendo que aumentaran sus nervios.

—¿Qué pasa con Jim? —preguntó animando a la chica a seguir.

—P-pues… que estará despierto… y tu… quiero decir… ¿no deberías no salir… ahora? —explicó torpemente.

—¿Me estas invitando a pasar la noche contigo?

—No… es solo… que… —Aelita suspiró tratando de apaciguar los latidos de su corazón. —Sí, creo que sería… lo mejor.

Yumi sonrió embriagada por su tierno comportamiento y se acercó hacia ella. Puso su mano en la barbilla de la chica y le levantó el rostro para que la mirase a los ojos.

—Será un placer —susurró mirándola directamente a los ojos.

Deseo oculto

Capítulo 7

 

Entreabrió los ojos todavía somnolienta. Al notar que no se encontraba en su habitación miró a su alrededor aturdida por un ligero mareo y pequeños pinchazos en su cabeza. Lo primero que vió fué la enfermería, después, al notar peso a un lado de la cama, vio a Yumi completamente dormida. Tenía los brazos cruzados encima de la cama, su cabeza reposaba sobre éstos y el resto del cuerpo descansaba sobre una silla. No pudo evitar que una sonrisa tierna se dibujara en su rostro al ver a su amiga velando su sueño. Un ligero movimiento le indicó que no se encontraba sola. Sentada en una silla frente una de las mesas  de la enfermería se encontraba Yolanda, que había dejado de escribir en su cuaderno al notar la actividad de la chica.

—Hola Aelita. ¿Cómo te encuentras? —preguntó en voz baja dirigiéndose hacia donde se encontraba la joven.

-Un poco mareada, pero estoy bien -respondió Aelita con una sonrisa.

-Sí, parece que ya te ha bajado la fiebre -informó posando una mano sobre su frente. Aelita desvió la mirada hacia Yumi inconscientemente. -Se ha pasado aquí todo el día… debe de estar cansada.

—Umm… —asintió Aelita.

—¿Por qué no la despiertas?

De repente, las imágenes del sueño de la noche anterior llegaron a la mente de la joven. Cómo Yumi irrumpía en su cuarto y le pedía hablar con ella… y como se acercaba para besarla y ella seguía con los besos queriendo…

—¡N-no hace falta! —respondió con la cara completamente roja. —Si está cansada es mejor dejarla dormir. —Yolanda clavó en ella una mirada inquisitiva.

—¿Que ha ocurrido algo?

—N-no… —respondió con voz vacilante.

—Aelita, sabes que me lo puedes contar. Te ayudaré en todo lo que necesites.

En ese momento la noticia del periódico de Kadic sobre la señorita Perraudin y la señorita Meyers acudió a la mente de Aelita. “Pensándolo mejor… puede que ella sepa aconsejarme…”

—Pu-pues… es que yo… —Un ligero gemido proveniente de Yumi interrumpió a la muchacha.

—Tranquila, creo que ya se lo que te ocurre, y para solucionarlo… —Yolanda se acercó al oído de Aelita para decirle unas últimas palabras antes de que Yumi abriese los ojos.

—Buenos días, aunque creo que debería decir tardes —bromeó la enfermera.

La alegría iluminó el rostro de Yumi al ver a Aelita despierta. Hizo ademán de abrazarla, sin embargo, al ver su cara pensativa se detuvo. “¿Qué le ocurre?” pensó Yumi mientras la observaba.

*               *               *

Todavía faltaba una hora para que Rosa, la cocinera de Kadic, sirviera la cena. Así que, las  dos chicas, decidieron dar una vuelta por el patio del recinto antes de despedirse.

Yumi, no dejaba de observar a Aelita tratando de discernir por qué se comportaba de esa forma. Des de que se había despertado en la enfermería había estado actuando de forma extraña. La evitaba con la mirada, jugueteaba con los cordones de su vestido con nerviosismo, no conseguían entablar conversación alguna… además se encontraba distraída, como si su mente se encontrara en otro sitio.

En ese momento las palabras de la señorita Perraudin aparecieron en su mente. “Averiguar si ese problema es mútuo…” pensó en esas palabras como si tratase de descifrar una adivinanza. ¿Cómo podría lograrlo? Ella siempre había sido directa, pero… ¿Y si se adelanta? ¿Y si ése no era el momento? ¿Y si no era la forma? ¿Se alejaría de ella si lo hiciera?

Aelita, por su parte, estaba hecha un manojo de nervios debido a la red de pensamientos que había formado un nudo en su mente. Las palabras de la enfermera resonaban en su mente como si la golpeasen con la pura realidad. “Y para solucionarlo… ella ya tiene claro sus sentimientos, ¿y tu?”. No obstante, Jeremie aún estaba presente en su corazón, aún tenía la esperanza de que todo pudiera volver a ser como antes, pero… La imagen de la caverna llegó a la mente de Aelita. Yumi, completamente empapada debajo de ella, observando todos sus movimientos con detenimiento, mientras ella, se dejaba arrastrar por las profundidades de sus ojos negros… Muchas veces habían estado en esa posición, muchas veces había pasado lo mismo, sin embargo, algo había cambiado. ¿Por qué ahora la chica le producía esos sentimientos? ¿Por qué cuando estaba con ella se olvidaba de Jeremie? ¿Por qué cada vez que sus ojos la encontraban volvía a recrear su sueño deseando que se volviese real?

¿Qué era lo que quería? ¿A quién prefería? Su mente se detuvo en el chico, tímido, parado, inteligente… pero a la vez egoísta, egocéntrico, aburrido… ¿Qué sentía por él exactamente? ¿Era amor o tan sólo admiración por quién le había rescatado de XANA? Su mente la devolvió a la conversación que tuvo con Yumi el día anterior. “Tal vez sea yo la que tiene el problema…”. Los problemas con Jeremie empezaban a afectar a su amiga… le causaba daño, sin embargo, si rompía la relación con el chico arruinaría su vida. Se detuvo a pensar en su amiga, alta, atractiva, cariñosa, maternal, leal… siempre podía contar con ella cuando la necesitaba… no obstante, no era sincera con sus propios sentimientos y era muy orgullosa. “Pero núnca has tenido problemas por eso, en cambio con Jeremie, ya sabes que cada dos por tres tienes un problema” le dijo una voz en lo más profundo de su mente. Pero si dejaba a Jeremie, le rompería el corazón, además habían pasado tantas cosas juntos… no podía terminar así sin más, debía arreglar las cosas y seguir con el. Pero entonces, ¿qué pasaría con Yumi? ¿Cómo se sentiría ella?

—A-Aelita… yo —empezó a decir Yumi maldiciendo la vacilación en su voz.

—Yumi… Te haría daño, ¿verdad? —la cortó con expresión severa.

—¿Qué? —preguntó Yumi parándose en seco para mirarla.

—¿Yumi, qué puedo hacer? —Aelita se giró hacia su amiga con la mirada gacha. —No sé qué es lo que debo hacer, haga lo que haga os haré daño a alguno de los dos —dijo en tono desesperado.

—Aelita, ¿qué estás diciendo? —La muchacha la miraba sorprendida ante el cambio de actitud.

—No quiero haceros daño… ¿Qué debería hacer?

—¿Hacernos daño? ¿De qué hablas? Tienes que hacer lo que quieras hacer. Está bien eso de intentar no hacerle daño a la gente, pero no tienes que amargarte la vida por ello.

—Pero esque…

—¡¿Quieres dejar de pensar tanto en los demás y decidir de una vez lo que quieres hacer?! —exclamó la muchacha furiosa. —Si quieres irte con él hazlo de una vez. No te lo voy a impedir. Adelante, ve y sigue con tu vida de discusiones por tonterías —Yumi apartó la mirada de Aelita. —Y no sé por qué dices que me harías daño, si a mi…

—¡Por qué sé que sientes algo por mi! —Aelita centró su mirada en la muchacha que había detenido sus palabras y la miraba perpleja. —L-la enfermera… me lo dijo. Es cierto ¿Verdad?

Yumi cerró los ojos y suspiró lentamente tratando de calmarse. “Esa estúpida enfermera…” pensó con rabia.

—¿Y qué si lo és?

—Pu-pues qué…

—Aelita, el problema sigue siendo el mismo. Lo que yo sienta o deje de sentir no te incumbe —declaró apartando la mirada

—Sí que me incumbe. Yo… —Aelita detuvo sus palabras al darse cuenta de lo que iba a decir.

—¿Tú, qué? —la animó Yumi exasperándose.

—Dejalo. Me voy a la cafetería —anunció alejándose sin mirar a la chica.

Yumi tuvo el impulso de detenerla, no obstante la dejó alejarse ya que sabía que no era buena idea. Sentía que su amiga no era honesta con sus sentimientos, sin embargo, tampoco quería albergar en su corazón esperanzas de que “ése problema” fuése mútuo.

—Me das asco —la sorprendió una voz. Yumi se giró y vió a Ulrich saliendo de entre los árboles.

—¡¿Nos has estado espiando?! —preguntó incrédula.

—Sí

—¿Pero cómo puedes ser tan cínico e infantil? —los ojos de Yumi ardían de furia

—¿Y tú cómo puedes ser tan egoísta? A Jeremie le gusta Aelita, además, es una chica como tú.

—Y tú eres un imbécil y aún así salí contigo. Creo que con una chica estaría mucho mejor —escupió con ironía. Se cruzó de brazos y le miró con cara desafiante.

—¿Cómo puedes decir eso? Eres repugnante —comentó con rabia.

—¿Repugnante? Más lo sois tú y Jeremie. Me culpas por algo que yo no he buscado, ya que yo no soy la que se ha comportado como una estúpida alejando a las personas que quiero de mi lado. —Sus palabras poseían tal seguridad que la mente de Ulrich se bloqueó sin saber qué respuesta dar.

—Yo no soy el que va por ahí tonteando con las parejas de otros.

—No, tú eres el que tontea con Sissi mientras estabas conmigo para conseguir lo que querías.

—¡Yo no tonteaba con Sissi!

—¿Aaah, no…? ¿Y cuando le pediste que se hiciera pasar por mi en la foto de curso? ¿O cuando la utilizabas para darme celos?

—E-eso era…

—Ulrich, haz lo que quieras, pero procura no entrometerte donde no te llaman —advirtió con tono amenazante mientras daba unos pasos para alejarse.

—Por si no lo sabias, Jeremie es mi amigo y no puedo permitirte que le hagas eso. —La detuvo cogiéndola de la mano. —Además, eres tú la que se está entrometiendo en una relación.

—¡Ulrich, te lo advierto, dejame ir! —Notaba como la ira se apoderaba de sus mejillas enrojeciéndolas, sin embargo, no hizo ademán de soltarse.

—¡No! No se lo que te está pasando, pero deja ya esta tontería. Estás yendo demasiado lejos. Primero te alejas de mí, luego veo el libro lésbico que escondías… y ahora lo de Aelita. ¿Por qué…

—¿Has estado rebuscando entre mis cosas? —cortó sin poder salir de su asombro. Ulrich soltó a Yumi ante la expresión en su rostro —Vete de aquí —siseó llena de rabia.

Ulrich dió unos pasos hacia atrás intimidado por la chica. En sus ojos relucía una furia jamás vista por el chico. ¿Por qué se enfurecía tanto cuando era ella la que lo estaba haciendo mal?

—Esto no quedará así…

Tras esas palabras Ulrich se alejó enfurecido. Yumi no podía dar crédito al comportamiento de su “amigo”. ¿Cómo podía ser tan inmaduro? Le dió un puñetazo a un árbol, respiró hondo varias veces tratando de calmarse y se fué a su casa a paso rápido tratando de no sucumbir ante la tentación de ir tras el chico para darle una paliza.

*               *               *

Unos suaves golpes en la puerta hicieron que entreabriese los ojos sorprendido. Se levantó de la cama y dejó entrar a la persona que le llamaba.

—¿Ulrich, qué haces aquí?

—Jeremie, tengo que hablar contigo.

—¿Qué? ¿Sobre qué? —preguntó poniéndose las gafas y sentándose en la cama. —¿No puede esperar a mañana?

—No…  es sobre Aelita y Yumi —anunció con gravedad tras unos segundos.

Deseo oculto

Capítulo 6

 

Yumi interrumpió su lectura para abrir la puerta de su casa al ver que alguien llamaba al timbre. Antes de salir de su habitación, cogió el libro que estaba leyendo y lo depositó en la parte superior de su armario.

—¡Yo abro! —informó mientras bajaba las escaleras apresuradamente. La joven abrió la puerta y, al ver quien se encontraba detrás de ésta, la sorpresa invadió su mente. —U-Ulrich… ¿Qué haces aquí? ¿No se suponía que estabas de vacaciones?

—¡Vaya, un poco más y apostaría a que no quieres verme! —le espetó molesto por el comportamiento de la chica.

—N-no… es solo que me sorprende. Vamos pasa —le invitó un poco más relajada con una sonrisa encantadora.

Ulrich frunció el ceño, pero no rechazó la propuesta de su amiga. Subieron las escaleras hasta la habitación de Yumi para tener más tranquilidad y poder hablar sin molestar a Akiko, que se encontraba en el salón planchando ropa.

—¿Y bien? ¿Qué tal las vacaciones? —preguntó Yumi sentándose en la cama.

—Con ganas de perder a Odd de vista. —bromeó sentándose junto a la chica.— Fuí a su casa la última semana antes de volver a la academia… fue una muy mala idea.

—Ya sabes cómo es él ¿Cómo se te ocurrió ir a su casa una semana?

—Lo prefiero antes que tener que estar con mi familia —respondió algo apenado.

Tras unos segundos de silencio, Ulrich hizo ademán de cogerle la mano a Yumi, sin embargo, esta se levantó al escuchar que su madre le pedía ayuda desde la planta baja.

—Lo siento, ahora subo —se disculpó la muchacha saliendo con alivio de la habitación. Le resultaba incómodo y muy molesto que el chico quisiera cogerle de la mano, ya le había dicho que quería tenerle tan sólo como amigo y nada más. No obstante, parecía que Ulrich aún tenía esperanzas.

El muchacho se tumbó sobre la cama y dejó salir un suspiro tratando de calmar los nervios. Odd le había asegurado reiteradas veces que todavía quedaba alguna posibilidad de que lo suyo con Yumi saliera bien. Sin embargo, en ese momento el chico empezaba a dudar de las palabras de su amigo. Ulrich observó la habitación recordando momentos pasados, como cuando iba a la casa de la chica para animarla cuando algo la atormentaba, cuando le regaló el peluche que ahora se encontraba al lado de la cama… alegrandose de los buenos momentos que había vivido con Yumi. No obstante, dejó todo eso de lado al ver un libro que sobresalía de la parte superior del armario.

Sin pensarlo dos veces, el chico cogió el libro de un salto y se dispuso observar de qué trataba. Era normal que su amiga leyera, pero si el libro se encontraba en ese sitio quería decir que era un libro que la muchacha quería esconder. “La mentira de Aeryn” leyó para sí. Le dió la vuelta al libro para leer la sinópsis, sin embargo, antes de poder ver de qué trataba escuchó los pasos de alguien subiendo por la escalera. Volvió a dejar el libro donde estaba y se sentó en el mismo momento en el que Yumi abría la puerta de la habitación.

—¿Qué hacías? —preguntó la joven advirtiendo cómo el muchacho se sentaba bruscamente.

—¡E-emm, nada! Y-yo… e-esq-esque quiero… hablar contigo de una cosa —informó el chico bajando la voz y acercándose a la muchacha.

—¡Y yo también quiero hablar contigo! —se apresuró a decir ella con una sonrisa forzada mientras su mente pensaba en alguna forma de escapar de la situación.

—¿Co-conmigo? ¿De qué?

—E-esto… ¡¿Y Odd?! ¿Cómo se encuentra? No ha venido contigo, ¿habéis discutido? —preguntó Yumi intentando ganar algo de tiempo.

—Pe-pero yo qui-quiero hablarte de…

—Tal vez deba ir a la academia a saludarlo y ya si quieres hablamos después. Hace mucho que no le veo…

—¿Qué te ocurre? —inquirió Ulrich, que empezaba a enfadarse. —No creo que puedas ver ahora a Odd.

—¿Qué? ¿Porqué? —preguntó Yumi con curiosidad.

—Está en la enfermería, ha ido a llevar a Aelita.

—¡¿Qué, Aelita?! ¡¿Qué le ocurre?! —demandó con la voz plagada de preocupación.

—Cuando hemos ido a nuestra habitación nos hemos encontrado a Aelita en el suelo, entonces Odd se la ha llevado a la enfermería mientras yo…

—¿Qué? ¿Y en lugar de quedarte para ayudarle has venido a mi  casa para “hablar conmigo”? ¿Y no se te ha ocurrido decirmelo? —le espetó Yumi enfurecida. Inmediatamente, Yumi cogió su móvil y se dispuso a salir de la habitación.

—!Eeeh! ¿A dónde vas? !No hemos terminado de…!

—¿De hablar? Pero si ya sabes lo que te voy a decir, ¡solo como amigos! ¿Contento? —La chica miró durante un instante a Ulrich con ojos furiosos. —Me voy a la enfermería.

Tras esas palabras, Yumi salió de la habitación apresuradamente sin preocuparse de dejar a Ulrich solo en su casa. Necesitaba perder al chico de vista, nunca se había sentido tan enojada con él. Al mismo tiempo, la situación de Aelita le alarmaba de manera excesiva: no era normal encontrarse a una persona tirada en el suelo. Además, no quería ni pensar en qué haría ella si algo le ocurriese a la dulce y tierna chica que la había cautivado de esa manera.

Yumi llegó corriendo a la enfermería, llamó a la puerta y, sin esperar respuesta, entró dentro de la sala. Odd se encontraba sentado en una silla al lado de Aelita, sin embargo, su mirada se dirigió directamente a la chica convaleciente que dormía profundamente en una de las camillas.

—¿Cómo se encuentra? —preguntó al chico sin siquiera mirarle mientras se situaba a su lado.

—La enfermera dice que se pondrá bien, pero que tiene la fiebre muy alta —explicó él con gravedad. Los dos chicos se quedaron unos minutos mirando a su amiga.

—¿Yumi, qué haces aquí? No puedes estar aquí durante las vacaciones de verano, no eres interna —inquirió Yolanda mientras salía del almacén.

—Aelita es mi mejor amiga —explicó con voz suplicante.

—Está bien, pero no podéis estar aquí los dos. Aelita necesita descansar.

—Está bien, iré a avisar a Jeremie de lo que ha ocurrido. Además, ya casi es hora de comer, y hoy toca albóndigas con salsa —cedió Odd aparentando despreocupación. —Te encargo a Aelita. —El muchacho le guiñó un ojo antes de salir de la enfermería.

Yumi se sentó en la silla en la que el chico se encontraba momentos antes y observó a la convaleciente chica. El sudor perlaba su frente y su expresión cambiaba continuamente mientras pequeños murmullos salían de sus labios. Yumi acercó la mano al rostro de la chica y apartó un mechón de su frente con delicadeza.

“No debí haberla llevado al bosque —pensó la joven—. Sabía que podía llover en cualquier momento.” La culpabilidad atormentaba a la muchacha. Una parte de ella estaba segura de que tendría que haberse colado en la residencia, ya que lo había hecho muchas veces y nunca la habían pillado. Por otro lado, pensaba que tendría que haberla invitado a su casa, su hermano no llegaba a causar tantos problemas como el frío y el chubasco del día anterior. Yumi quería proteger a Aelita, y en lugar de eso, tan sólo conseguía causarle más problemas.

—Yumi, ¿te encuentras bien? —La chica levantó la vista bruscamente al escuchar la voz de Yolanda. Se había centrado tanto en sus pensamientos que había olvidado que la mujer se encontraba en la habitación.

—¿Yo? Emm… sí. Estoy bien.

—¿Segura? ¿Estás durmiendo lo suficiente? Pareces cansada.

—¿Eeeh? S-sí… —mintió la chica sorprendida por la pregunta. La verdad era que desde que volvió de España había tenido problemas para conciliar el sueño.

—¿Entonces no tienes ningún problema rondando por tu cabeza? —Yolanda había apoyado la espalda contra la pared y la miraba con un destello de seguridad en sus ojos.

—Bu-bueno, como todo el mundo. —Yumi le mostró una sonrisa forzada. No tenía ni idea de adónde quería llegar la enfermera con sus preguntas.

—¿Y ya has averiguado si el problema es mútuo?

—¿Qué?

—Creo que antes que nada tendrías que averiguar si “ese problema” es solamente tuyo o es mútuo de las dos— explicó señalando a Aelita con la mirada.

Yumi la miró completamente sorprendida y sin saber qué decir. “¿Cómo demonios…?” ¿Cómo había averiguado la enfermera todo eso? Una parte de ella se aterró ante la idea de que lo que le ocurría con Aelita fuera tan visible. Tendría que tener más cuidado de ahora en adelante si no quería que todos se dieran cuenta. Sobretodo Jeremie y Ulrich. Mientras tanto, otra parte de ella empezó a pensar en la duda que le había impuesto la enfermera ¿Lo que sentía al estar con Aelita era mútuo o era la única que lo sentía? Nunca se había parado a pensar en eso. Pero Yolanda tenía razón, debía averiguarlo antes de que las cosas se complicaran aún más.

Deseo oculto

Capítulo 5

 

—Aelita, despierta… Ya ha dejado de llover —escuchó la joven adormecida. La muchacha se removió abrazando la cálida figura que le servía como almohada y atrayéndola aún más hacia ella para protegerse del frío que la rodeaba. —Venga Aelita, tienes que volver a la residencia —siguió susurrando Yumi en el oído de la joven.

Aelita entreabrió los ojos con pesadez intentando escapar del sopor que la tenía cautiva. Lo primero que notó fue un agradable olor que la envolvía seguido de unos brazos que la rodeaban de forma protectora. Al abrir un poco más los ojos se topó con unos labios que le hablaban cerca de su rostro tratando de despertarla.

La joven se separó de Yumi bruscamente, produciendo un agudo pinchazo en su cabeza y la miró sobresaltada ¿Qué estaba ocurriendo? A su mente llegaron los acontecimientos de horas atrás: cuando se puso a llover, cómo habían llegado a la caverna, Yumi acostada debajo de ella… Aelita sacudió la cabeza tratando de eliminar esos recuerdos de su mente, ya tendría tiempo de analizarlos cuando estuviese sola.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Yumi, que ya se había puesto en pie y le ofrecía una mano para ayudarla a levantarse.

—Eehh… bien. —mintió, acompañando sus palabras un fuerte escozor en la garganta. Seguramente el dolor de cabeza y garganta se calmaría a la mañana siguiente, no hacía falta preocupar a Yumi. Aelita tomó la mano de su compañera con ojos confusos. —¿Cuánto tiempo he dormido?

—Poco más de una hora. Eres toda una dormilona —bromeó con una sonrisa.

“¿Y todo este tiempo has estado a mi lado?” le preguntó Aelita silenciosamente. Yumi se desperezó tratando de eliminar el malestar que se había instalado en su cuerpo. Luego se giró hacia su amiga con una media sonrisa.

—¿Vamos? No queremos que se nos ponga a llover otra vez.

Tras un leve asentimiento por parte de Aelita, las dos chicas emprendieron el viaje de regreso a la residencia. Caminaban a través de los árboles sin atreverse a romper el silencio que se había formado. El agua encharcada se había convertido en barro, que las incitaba a resbalar y ensuciarse. Yumi mantenía una corta distancia con Aelita para actuar en caso de ser necesario y evitar que la muchacha tropezase.

En poco tiempo llegaron a la residencia, en la que las dos chicas se separaron. La despedida se alargó más que de costumbre, ya que al despedirse, las dos mantuvieron durante unos segundos el contacto visual. Tras asegurarse de que Aelita desaparecía tras la puerta de la residencia, Yumi se dirigió hacía su casa con paso rápido y enérgico.

El cuerpo de la joven tiritaba, no por el frío, si no por las imágenes que transcurrían en su mente y los pensamientos que éstas conllevaban.  Cerró los ojos recordando a Aelita encima de ella, la sensación que le producía su mirada, el querer estar más cerca de la chica, los deseos de… Yumi sacudió la cabeza tratando de detener el río de emociones que empezaban a torturar su cuerpo. La pequeña de ojos verdes y la chica española conseguían despertar una parte de ella que nunca antes había conocido, siquiera cuando estaba junto con Ulrich.

Al llegar ese nombre a su cabeza sus pensamientos se detuvieron un instante. El chico y ella habían vivido la misma escena (él encima de ella mientras se miraban fijamente a los ojos), sin embargo, los sentimientos eran distintos. Ulrich era la persona con la que más se identificaba, por eso había conseguido establecer con él una fuerte conexión. Además, era la persona por la que más cariño había sentido en su vida, por eso le quería. Por otro lado, las dos chicas avivaban un lado desconocido dentro de ella, un lado que le hacía querer ir más allá. Asimismo, el chaval conseguía molestarla rápidamente con sus niñeces y sus estupideces, mientras que Aelita lo único que conseguía era enternecerla y tranquilizarla cuando las cosas iban mal. Por ello el cariño que sentía hacia la chica no hacía más que aumentar, mientras que Ulrich siempre terminaba estropeandolo todo y hacer que quiera alejarse de él. “¿Por qué he querido estar con una persona así? —se preguntó Yumi molesta consigo misma— Bueno, de todas formas ya le dije en su momento que era mejor seguir como amigos” concluyó la muchacha antes de entrar en su casa.

*               *               *

Aelita se despertó al escuchar la puerta abrirse. Al incorporarse pudo ver una figura esbelta que cerraba la puerta y se acercaba hacia ella.

—Aelita, tenemos que hablar —anunció Yumi con voz seria mientras se acercaba a la cama.

—¡Yu-Yumi! ¿Qué haces aquí…? —La muchacha no salía de su asombro.

—Sshht o Jim nos oirá —ordenó Yumi colocando un dedo enfrente de sus labios.

—Es de noche, ¿cómo has entrado? —preguntó modulando la voz.

—Por el alcantarillado.

Aelita notó que su amiga se encontraba un tanto extraña. Su actitud era más seria que de costumbre, lo que le recordaba al comportamiento que tenía durante los ataques de XANA, sin embargo, el tono que empleaba era cálido y tranquilizador. Yumi se sentó en la cama cerca de ella y la miró a los ojos.

—¿Q-qué ocurre? —preguntó la joven nerviosa sentándose también.

—Lo siento, pero no podía esperar a mañana. Desde que he llegado a casa he estado dándole vueltas a lo que ha ocurrido esta tarde y… tengo que hablar contigo. —Aelita no pudo evitar que sus mejillas se tiñeran de rojo al recordar la escena de la cueva.

—A-aahh… Yo…

—Déjame hablar a mí —la hizo callar posando un dedo sobre sus labios. —Sabes que tú eres la única persona con la que puedo hablar de mis problemas, la única persona a la que puedo acudir si me sucede algo. Sin embargo, hay un tema del que no te he conseguido hablar y con el que llevo pensando desde hace algún tiempo. Como ya sabes, durante estas últimas semanas he estado dándole vueltas a lo que me gusta: si me gustan los hombres o las mujeres, si me gusta Ulrich, la chica que me besó en España… si me gustas tú… —Yumi suspiró para sus adentros dejando pasar una pequeña pausa.

—Y-Yu-Yumi… —Consiguió articular Aelita entre tartamudeos. El asombro de la joven no hacía más que aumentar. Una parte de ella sentía miedo de las palabras que su amiga le decía, mientras que otra parte deseaba que prosiguiera y terminara de hablar.

Yumi hizo ademán de seguir hablando, sin embargo, se detuvo al no saber cómo proseguir. Observó a la muchacha enfrente de ella, que se encontraba cohibida y sorprendida, y le acarició la mejilla con ternura. Aelita cerró los ojos disfrutando de la caricia, consiguiendo, poco a poco, sosegar los latidos de su corazón.

Tras unos segundos, Yumi se acercó a la chica lentamente dejando su cuerpo actuar. Separó la mano de su mejilla y la apoyó sobre la cama para inclinarse sobre ella, teniendo así, un brazo a cada lado de la joven. El cuerpo de Aelita empezó a temblar al sentir la proximidad de su amiga, volvía a sentir como se hacía pequeña ante su atenta mirada. Trató de romper el contacto visual, no obstante, aquellos ojos negros la tenían completamente cautiva, haciendo que no pudiese mover ni una sola fibra de su cuerpo.

Al sentir el suave roce de sus labios, Aelita pudo salir del embrujo para cerrar los ojos y degustar mejor el sabor de aquel beso. La piel de su espalda se erizó al paso de una pequeña descarga eléctrica que recorrió todo su ser. Su corazón volvía a latir de forma desbocada dentro de su pecho, mientras su respiración se aceleraba a medida que las chicas profundizaban aquel beso. En ese momento fue consciente de hasta qué punto había deseado catar los labios de su amiga.

Yumi se separó pausadamente de la muchacha evitandola con la mirada. Sin embargo, Aelita, anhelante de volver a sentir las sensaciones que ese pequeño acto le había ofrecido, agarró el jersei de la joven y tiró de él hasta que sus caras se quedaron a pocos milímetros. Sin ningún tipo de serenidad, Aelita buscó los labios de su amiga casi desesperadamente. Yumi, sorprendida por los actos de la joven ansiosa, cayó sobre ella haciendo que las dos quedaran tumbadas en la cama, una encima de la otra. Correspondía a sus apasionados besos como podía mientras trataba de incorporarse un poco, para no hacerle daño a la muchacha, y no ceder ante los deseos que esa situación le producía.

Las manos de Aelita agarraron firmemente la cintura de Yumi atrayéndola aún más a ella, mientras que la otra, había conseguido apoyar su peso en uno de los brazos y con la otra mano acariciaba su mejilla y algunos cortos mechones de su pelo. Interrumpieron el beso un breve instante para recuperar el aliento. Yumi utilizó esos segundos para respirar hondo e intentar recuperar algo de su cordura, no obstante, Aelita volvió a embestirla con besos más lujuriosos y juguetones. Yumi bajó la mano de su mejilla hasta su cuerpo deleitándose con traviesas caricias, ocasionando que sonoros suspiros salieran de los labios de su amiga entre beso y beso.

Aelita abrió los ojos de golpe al escuchar la puerta abrirse mientras alguien vociferaba palabras incomprensibles. Miró a su alrededor en busca de su amiga, percatandose de que había estado completamente sola durante toda la noche y que todo había sido una jugarreta causada por su mente. También se dió cuenta de que se encontraba extremadamente cansada, y que aquella molesta voz lo único que le producía era un mayor dolor de cabeza del que ya tenía.

—¡Oooh, por fin despiertas! ¡He estado una hora esperándote en el laboratorio de la señora Hertz mientras tú dormías! —Aelita se incorporó un poco mareada para poder ver mejor a Jeremie, que se encontraba más enfadado que nunca.— Tenía la esperanza de que pudieras cambiar un poco tu actitud después de la conversación de ayer y que consiguieras entenderme mejor… ¡Pero en lugar de eso te vas con Yumi! ¡Y luego hoy me dejas tirado en el laboratorio! —La muchacha empezó a recordar el día anterior: la discusión con Jeremie, la conversación con Yumi, el chubasco repentino…— ¡¿Acaso puedes entender mínimamente cómo me siento?!

—E-emm… yo… —La mente de Aelita empezó a recobrar su lucidez.— Pe-pero te dije ayer que no quería ir al laboratorio… —explicó la chica con un murmullo, ya que al intentar hablar se dió cuenta de que también le dolía la garganta.

—¿Y aún sabiendo cómo me sentí al decirme eso no eres capaz siquiera de hacer un pequeño esfuerzo por mí para venir conmigo?

—Es que después de lo que me dijiste no quería estar contigo, y menos para no hacer nada en especial… —Su voz era tímida con un toque de molestia.

—¿Estar conmigo no és hacer nada en especial? Aelita, no sé qué te ocurre… ¡Pero desde que apagamos el superordenador cada vez estás más separada de mí! Y sinceramente… si sigues así no se como terminará nuestra relación —anunció el chico con tono frío y distante antes de salir de la habitación.

Aelita dejó salir un largo y pesado suspiro al recordar las palabras de Yumi. Las lágrimas empezaron a acudir a sus ojos y sin poderlo evitar, un fuerte sollozo salió de la garganta de la chica. Se volvió a acostar en la cama mientras abrazaba a su muñeco, Mister Puck, y lloraba intentando desahogar todo lo que la había atormentado durante los últimos días. Nunca en su vida había estado tan confundida, y el sueño de esa noche no ayudaba a mejorar la situación. Ya no sabía ni cómo enfrentaría la mirada imponente de su mejor amiga. Además se encontraba extremadamente exhausta y mareada, mientras fuertes pinchazos torturaban su cabeza.

Tras un buen rato en esa situación, Aelita consiguió apaciguar su llanto y tranquilizarse. Se levantó lentamente y se vistió con lo primero que sus manos encontraron en el armario. Seguidamente, salió de la habitación en dirección a la enfermería para que la señorita Perraudin le tratase el resfriado que seguramente pescó el día anterior. Sin embargo, antes de llegar a la escalera la visión de la chica empezó a volverse turbia haciendo que sus torpes pasos se detuvieran. Finalmente, todo su alrededor se volvió oscuro provocando que la  muchacha se desplomase sobre el suelo perdiendo el conocimiento.

Deseo oculto

Capítulo 4

 

Yolanda Perraudin recorría los pasillos de la academia Kadic en dirección al despacho de Jean-Pierre Delmas. La llamada del señor Delmas a su despacho no había sido ninguna sorpresa para la enfermera, ya que esa misma mañana había leído las noticias del periódico de Kadic. Pese la trascendencia de la situación, los pasos de la mujer eran sosegados y su expresión, serena; cosa que distaba de lo que sentía realmente. Durante siete años había mantenido una relación con Dana Meyers en total discreción dentro del ámbito laboral, es más, llevaban casadas un año y ninguno de sus compañeros se había dado cuenta, siquiera, de una posible atracción entre ellas.

Esa actitud no se debía a algún problema de aceptación de sí misma o de los demás, sino que, según su opinión, se debía separar el ámbito laboral con el emocional. Decisión que le había llegado a ocasionar más de una discusión con su cónyuge. Sin embargo, siempre había logrado su propósito. Hasta que dos… “granujas” las habían descubierto en medio de un arrebato pasional por parte de su compañera y no tuvieron mejor idea que esparcir la noticia por toda la academia. “Esta Dana…” suspiró para sí misma presionando levemente el puente de su nariz con los dedos. No obstante, tenía la certeza de que la culpa no fue de su acompañante, desde un principio conocía la ardiente actitud de su esposa e intuía que no siempre esquivarían a sus alumnos. Tendría que haberla detenido hasta después de cerciorarse que no habían ojos que no debían verlas observando.

Llegó hasta la puerta del despacho de Jean-Pierre, saludó a Nicole Weber, la secretaría de la escuela, y tras un gesto de permiso por parte de ella, abrió la puerta del despacho para dirigirse hacia su sentencia con paso firme.

Sus ojos se dirigieron directamente al hombre que se encontraba de espaldas mirando a través de la ventana, evitando así, la mirada apenada que le ofrecía Dana desde su asiento. El periódico de la escuela se encontraba encima del escritorio que la separaba del director, abierto por la página que protagonizaban. Yolanda se quedó de pie, a un par de pasos de la mesa, con expresión impenetrable.

—¿Saben señoritas? Me siento decepcionado —empezó a hablar el hombre dándose la vuelta para mirarlas. —Esta actitud discierne muchísimo de los valores que intentamos inculcar en este colegio ¿Podríais darme alguna explicación convincente? —demandó con expresión severa.

—F-fue un desliz… no sabíamos… —empezó a explicar Dana con voz vacilante.

—¡¿Un desliz?! ¿Sabéis acaso el alboroto que está montando esta noticia entre los alumnos del campus? —recriminó dejando caer las manos sobre la mesa e inclinándose sobre ésta. —Si esta noticia se filtra a otros colegios o incluso al ministerio de educación no tendré más remedio que suspenderlas de empleo y sueldo —concluyó subiéndose las gafas mientras las miraba fijamente.

—Lo entendemos señor Delmas. Sentimos las molestias que hayamos podido causarle y aceptaremos la sanción que se decida sea cual sea —anunció Yolanda con tono profesional. El director asintió con un leve movimiento de cabeza.

—Me congratula escuchar sus palabras señorita Perraudin. A decir verdad, no me encuentro en disconformidad ante el tipo de relación que ustedes dos poseen. Yo como hombre comprensivo, tolero el amor entre mujeres al igual que otro tipo de… amores. No obstante, no podrán negar que ese tipo de relación…

—Disculpe que le interrumpa señor Delmas, sin embargo, me veo en la obligación de informarle que lo que usted acaba de decir es ofensivo para nosotras —empezó a decir la enfermera con tono neutro. —Sus palabras me hacen entender que usted insinúa que el amor entre dos mujeres es distinto al de un hombre y una mujer.

—B-bueno… yo no quería… —intentó defenderse el sorprendido director.

—Con todo el respeto que me veo capaz de ofrecerle he de manifestar que su visión de “otros tipos de amores” es incorrecta, y agradecería que no volviese a utilizar palabras tales como “tolerar un amor” o “ese tipo de relación” refiriéndose a otras sexualidades que no se refieran a la atracción entre un hombre y una mujer. Ya que, al ser términos despectivos, se convierten en una ofensa para nosotras y podríamos llegar a denunciar a las autoridades sobre su opinión ante este tema dejando que ellas mismas decidan cual es la mejor solución para resolver este altercado. —Con toda la humildad con la que fue capaz, Yolanda deseó haber hecho una foto de la cara de Dana y Jean-Pierre al escuchar sus palabras. La sorpresa era notable en ambos.

—S-se… ¡Será posible esta actitud! —Tras unos segundos el asombro del director Delmas desapareció dando paso a la ira. —¡Fuera de mi vista! ¡Las dos! —Las últimas palabras fueron escupidas de sus labios con el veneno más mortífero que pudo.

Las dos mujeres salieron del despacho y empezaron a andar por los pasillos de la academia. Al torcer una esquina, Dana detuvo a Yolanda cogiéndola del brazo.

—¿Q-qué ha sido eso? —inquirió todavía sorprendida. En sus ojos relucía un brillo de preocupación mezclado con admiración.

—Sabía que si yo no interrumpía a Jean-Pierre soltarias alguna de tus imprecaciones y le ofenderias aún más de lo que yo lo he hecho —la reprendió con mirada seria.

—Lo siento… —se disculpó la profesora en voz baja agachando la mirada. Yolanda se acercó a Dana con paso seguro, mirando a su alrededor para asegurarse de que no hubiesen ojos curiosos acechando.

—No te preocupes —aseguró la enfermera levantándole la cara para hacer que la mirara a los ojos. —Me encanta esa parte de ti —declaró antes de darle un electrizante beso en los labios y desaparecer por los pasillos del edificio como si nada hubiese pasado.

*               *               *

Tamiya levantó la mirada al escuchar el ruido del picaporte. Milly entró en la habitación, evitando a Tamiya con la mirada, y se dirigió hacia el armario dónde se encontraban sus pertenencias. “Aún està enfadada…” se dijo Tamiya al observar el comportamiento de su compañera.

La chica empezó a rebuscar en uno de los cajones de la parte baja del armario, sin saber que coger exactamente. La presencia de su amiga le había pillado por sorpresa haciendo que su corazón diese un vuelco nada más verla. Mientras seguía con la farsa se tomó unos segundos para calmarse. Necesitaba salir de ahí con alguna excusa, encontrar “eso que estaba buscando” y huir de la habitación antes de que Tamiya se diese cuenta de la verdadera razón por la que la evitaba.

Tamiya dejó la revista a un lado y se incorporó hasta quedar sentada en la cama. Su mirada observaba sin perder detalle a su amiga mientras su mente trabajaba lo más rápido que podía para encontrar el modo de conseguir el indulto por parte de su compañera. No podía permitirse seguir en esa situación, ver cómo la muchacha mostraba tal indiferencia por ella le desgarraba el alma. No obstante, cualquier idea que nacía en su mente era desechada rápidamente por miedo a delatar sus sentimientos.

Milly respiró profundamente un par de veces antes de coger un objeto al azar, meterlo en su pequeño bolso y dirigirse hacia la puerta. Al darse la vuelta hacia la salida miró por el rabillo del ojo a su amiga, que la observaba casi sin parpadear. “¿Qué le ocurre?” se preguntó. Saboreó la idea de dejarlo todo a un lado e ir junto a Tamiya, abrazarla, disculparse y pedirle que no se volviesen a separar nunca más. No obstante, sus mejillas ardieron ante tal pensamiento haciendo que sus pies se detuviesen unos segundos. “P-pe-pero e-en qué clase… en que e-estoy pensando”. Como si nada hubiese aparecido por su mente siguió andando hacia la puerta.

“Vamos Tamiya, actúa de una vez” se decía a sí misma la joven sentada en su cama. Observó con desesperación cómo su amiga sujetaba el pomo de la puerta y la abría para desaparecer tras ella. Las palabras sucumbian antes al llegar a sus labios y su cuerpo se encontraba estancado en la cama… Milly cerró la puerta alejándose de la habitación.

Los pensamientos de Tamiya se acumulaban dentro de su mente. “Tarde.” “Ya no puedes hacer nada.” “La estas perdiendo.” “¿Segura?”. Ese último pensamiento dejó eco en su cabeza haciendo que levantase la mirada con renovada determinación. Impulsada por una nueva fuente de energía, la muchacha salió de la habitación en busca de su amiga.

Milly avanzaba con pasos cortos y pesados hundida en las profundidades de su mundo. “Es mejor así” se repetía una y otra vez. No obstante, esos pensamientos no pudieron detener el río de lágrimas, confusas y tristes, que impregnaban su rostro. La joven llegó hasta las escaleras y apoyó una mano lenta y pesada en la barandilla mientras con su otra mano se secaba las lágrimas.

—¡Espera Milly! —escuchó des del fondo del pasillo que acababa de abandonar.

“Oh no, es Tamiya…” pensó mientras su cuerpo se precipitaba atolondradamente por las escaleras. Milly empezó a bajar los escalones de dos en dos y de tres en tres, para que su amiga no la alcanzase. No tenía muy claro porque estaba huyendo de ella, sin embargo, tenía la sensación de que si volvía a mirarla a los ojos para ver aquella decepción… su cuerpo no podría responder ante la llamada de la razón y la cordura. Cuando el suelo se separaba de ella por dos escalones, Milly se tropezó dándose de bruces contra el.

Tamiya llegó justo a tiempo para ver a su amiga derrumbarse al final de las escaleras.

—¡¿Milly, estas bien?! —Preguntó preocupada, llegando junto a ella. Su compañera se levantó con algo de dificultad e intentó escapar de la situación, no obstante, Tamiya, que ya se lo esperaba, le cerró el paso con su brazo. —Espera, no te vayas. —Empezó a decir acercándose cada vez más a ella. —¡Siento muchisimo lo del otro día! Es verdad que no se que piensas, ni qué opinión tienes para cada tema… Pero es que en ningún momento me imaginé que tú podrías llegar a pensar de esa forma en las relaciones entre mujeres…

Llegó un momento en el que Milly dejó de centrarse en las palabras de su amiga para prestarle más atención a su cuerpo y poder evitar cualquier acto indebido. Tamiya la había acorralado contra la pared y sin darse cuenta estaba robándole todo su espacio personal. Su corazón latía más rápido de lo que creía capaz, había agachado la mirada para dejar de ver los ojos llenos de desesperación de su compañera, su cuerpo empezaba a temblar cada vez que inhalaba el olor de su amiga y notaba más cerca su cuerpo. La muchacha dio un respingo al notar las manos de su amiga a cada lado de su rostro, sin embargo pudo contener el levantar la mirada. Tras otro paso de Tamiya hacia ella, dió un paso hacia atrás chocando contra la pared. “¿Qué puedo hacer para salir de aquí?”.

—…¿Qué dices Milly, podrías llegar a perdonarme? —preguntó finalmente su amiga.

—E-eeh… ¿Qué…? —balbuceó Milly volviendo de golpe a la realidad.

—Por favor, Milly, perdóname… —repitió colocándole una mano en la barbilla y obligándola a mirarla a los ojos. Esos ojos marrones que la absorbían de tal manera.

El rostro de Tamiya se encontraba a escasos centímetros del suyo, erizandole la piel al compás de su respiración. Su corazón había perdido el control ante esa escena, y su razón, ante aquella mirada… Sin ser del todo consciente, Milly rodeó la cintura de su amiga acercandola más a ella, para notar aún más el cuerpo de Tamiya. Se acercó a su rostro poniéndose de puntillas.

—Estabas perdonada des del momento en el que me miraste a los ojos… —Susurró acercándose aún más a ella. Tamiya, completamente sorprendida, había dejado caer una mano y la otra la había posado sobre el hombro de su amiga para evitar caerse.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —dijo una voz grave y autoritaria. Milly, sorprendida por lo que ella misma estaba haciendo liberó un poco a Tamiya de su agarre y dejo caer la vista al suelo.

—A-aah… Ho-hola Jim —empezó a decir Tamiya. —Pues, esque Milly se encontraba un poco mal… ¿pero sabes qué? ¡Tienes toda la razón! Un paseo no es el mejor remedio para un dolor de cabeza, así que me la llevo de vuelta a la habitación. Muchisimas gracias Jim ¡Eres el mejor! —inventó la muchacha, rezando para que el truco funcionara mientras arrastraba a Milly hasta la habitación.

—¿Eehh? ¡Aah, sí, por supuesto!¡De nada! —dijo Jim alabando internamente su actitud como educador.